jueves, febrero 05, 2015

El triunfo de la religión




CONFERENCIA DE PRENSA DEL DOCTOR LACAN

(El 29 de octubre de 1974 en el Centre Culturel Français de Roma)









J. LACAN: He tornado mis posiciones en el psicoanálisis, era en 1953 exactamente. Hubo un primer congreso en octubre, en Roma. Creo ‑yo no lo he pedido‑, imagino que han pensado para mí en algo así como un aniversario. No es poco veintiún años; son los veintiún años durante los cuales he enseñado de una manera que, podría decirse, fue decisiva en mis posiciones. Ya había comenzado mi enseñanza dos años antes de 1953. Tal vez hayan pensado en esto.

Por otra parte, yo no tenía ninguna razón para poner objeciones, tanto más cuanto que Roma, a pesar de todo, es un lugar que conserva una gran jerarquía, y muy especialmente en lo concerniente al psicoanálisis. En caso de que venga usted a oír lo poco que he preparado ‑nunca se sabe lo que puede ocurrir‑, porque algo he preparado para ellos; esperaban que yo hablaría; no quise que lo anunciaran, pero he preparado algo; incluso lo he preparado con mucho cuidado,‑debo decirlo, es cierto; entonces, en caso de que venga, oirá algo que se relaciona con las relaciones del psicoanálisis con la religión. No se trata de relaciones muy amistosas. En suma, es el uno o la otra. Si la religión triunfa, lo que es más probable ‑hablo de la verdadera religión, hay una sola verdadera‑; si la religión triunfa, será el signo de que el psicoanálisis ha fracasado. Lo más normal es que el psicoanálisis fracase, pues aquéllo de lo cual se ocupa, es algo muy, pero muy difícil. Pero en fin, como no tengo intenciones de dar la conferencia ahora, lo único que puedo decir es que el psicoanálisis es algo muy difícil.

‑¿De qué diario es usted periodista?

Sra. X ... : Agencia Central de Prensa de París.

J. LACAN: Es algo muy difícil el psicoanálisis. Ante todo, es muy difícil ser psicoanalista porque tenemos que colocarnos en una posición absolutamente insostenible. Freud ya lo había dicho. La del psicoanalista es una posición insostenible.

Sra. X... : ¿Cuántos alumnos del doctor Lacan habrá en este Congreso?

J. LACAN: ¿En este Congreso? No sé.

Sra. X... : ¿Y participantes?

J. LACAN: Los participantes en este Congreso, supongo, son muchos más que la gente de mi Escuela. Porque hay una especie de efecto de curiosidad en torno a mi persona. Es una chifladura, pero es así.

Sra. X... : ¿Está motivada esta chifladura?

J. LACAN: Motivada por la mía, probablemente. Pero de eso, naturalmente, no estoy enterado.

Sra. X... : Creo que mi Agencia rival quiere tomar la palabra.

Sr. Y...: (Inaudible.)

Sra. X...: Yo preguntaba simplemente al Profesor Lacan por qué decía que el psicoanalista estaba en una posición insostenible...

J. LACAN: Cuando dije eso hice notar que no era el primero en decirlo. Hay alguien en quien, a pesar de todo, se puede confiar respecto a lo que dijo de la posición del psicoanalista, muy pero muy precisamente, se trata de Freud. Y Freud entendía de esto; dijo que había cierto número de Posiciones insostenibles, entre las cuales colocaba el «gobernar» ‑ lo que, como usted puede ver, equivale a decir que una posición insostenible es aquéllo hacia lo cual todos se precipitan, puesto que para gobernar nunca faltan los candidatos‑; es como en el psicoanálisis, los candidatos no faltan.

Luego Freud añadía: educar. Allí los candidatos faltan menos aún. Es una posición reputada incluso como ventajosa; quiero decir que allí no sólo no faltan los candidatos, sino que tampoco faltan las personas que reciben el sello, es decir, que están autorizadas para educar. Lo que no quiere decir que tengan la más mínima idea acerca de qué es educar. No obstante, esto sugiere muchas meditaciones. La gente no se da cuenta muy bien de qué quiere hacer cuando educa. Con todo, se esfuerzan por tener alguna vaga idea. Raramente reflexionan sobre ello. Pero en fin, el signo de que hay una cosa que pueda inquietarlos, por lo menos de vez en cuando es que suelen ser victimas de algo muy particular que sólo los analistas conocen realmente bien: se apodera de ellos la angustia cuando piensan ellos la angustia en eso, en qué es educar. Pero contra la angustia hay montones de remedios. En particular, hay cierto número de cosas a las que llaman «concepciones del hombre», de lo que es el hombre. Es algo que varía mucho. Nadie se da cuenta, pero la concepción, que puede tenerse del hombre varía enormemente.

Se ha publicado un libro muy bueno que se relaciona con esto, con la educación. Es un libro dirigido por Jean Chateau. Jean Chateau era alumno de Alain. Hablo de esto porque es un libro en el que me interesé hace muy poco. Aún no lo terminé de leer. Es un libro sensacional desde todo punto de vista. Comienza con Platón y continúa a través de cierto número de pe­dagogos. Y nos damos cuenta de que el fondo, lo que yo llamo el fondo de la educación, es decir, cierta idea de lo que hace falta para hacer hombres (como si fuera la educación lo que los hiciera; en verdad, es muy cierto que al hombre no se le fuerza a ser educado, él realiza su educación solo; de todas maneras él se educa, puesto que es necesario que aprenda algo, que pase un poco las de Caín) pero después de todo, los educadores, hablan­do en propiedad, son personas que piensan que pueden ayudarlos y que incluso habría verdaderamente un mínimo para dar a fin de que los hombres sean hombres, y que eso pasa por la educación.
                 
En realidad, no están equivocados. En efecto, hace falta que haya cierta educación para que los hombres lleguen a soportarse mutuamente.                                            

Con esto se relaciona el analista. Las personas que gobiernan, las personas que educan, tienen una diferencia considerable con respecto al analista su tarea es algo que se hace desde siempre. Y repito que es algo que prolifera, quiero decir que nunca se cesa de gobernar y nunca se cesa de educar. El analista, por su parte, no tiene ninguna tradición. Es un recién llegado. Quiero decir que entre las posiciones imposibles, el analista halló una nueva. Entonces no resulta particularmente cómodo sostener una posición en la cual, para la mayoría de los analistas, no se tiene más que un breve siglo tras de sí como referencia. Es algo verdadederamente muy nuevo, lo cual refuerza el carácter imposible de la cosa. Quiero decir que realmente tenernos que descubrirla.

Por eso, fue entre los analistas, es decir, a partir del primero de ellos, que al descubrir su posición y reconocer muy bien su carácter imposible, la reflejaron sobre la posición de gobernar y de educar. Igual que los gobernantes y educadores, se encuentran en el estadio del despertar; eso les permitió darse cuenta de que después de todo, las personas que gobiernan y las personas que educan no tienen idea de lo que hacen. Lo cual no les impide hacerlo, e incluso hacerlo no demasiado mal, porque a fin de cuentas, los gobernantes hacen falta, y los gobernantes gobiernan, es un hecho; no solamente gobiernan sino que eso satisface a todos.

Sra. X...: Volvemos a Platón.

J. LACAN: Sí, volvernos a Platón. No es difícil volver a Platón. Platón ha dicho una cantidad de trivialidades, y naturalmente, volvernos a ellas.
Pero es cierto que la llegada del analista a su propia función arrojó una suerte de luz indirecta sobre la naturaleza de las otras funciones. He consagrado precisamente a este punto todo un año, todo un seminario, para explicar la relación que surge de la existencia de esa función totalmente nueva que es la "función analítica", y cómo tal función aclara las otras. Eso me llevó, por supuesto, a mostrar articulaciones que no son comunes ‑porque si fueran comunes, no diferirían‑ y a mostrar cómo puede manipularse todo ello, hasta cierto punto de una manera muy, muy simple. Hay cuatro pequeños elementos que giran. Y naturalmente, los cuatro pequeños elementos cambian de lugar, y terminan por producir cosas muy interesantes.

Hay algo de lo que Freud no había hablado, porque para él era algo tabú, -la posición del científico, la posición de la ciencia. La ciencia tiene una probabilidad; también su posición es totalmente imposible, pero ocurre que ella no tiene la más mínima idea al respecto. Sólo ahora los científicos comienzan a tener crisis de angustia. Comienzan a preguntarse ‑es una crisis de angustia que no tiene más importancia que cualquier otra crisis de angustia; la angustia es algo absolutamente fútil, absolutamente cagueta‑pero es divertido ver cómo los científicos, los científicos que trabajan en laboratorios muy serios, muchos de ellos de golpe, se han alarmado, han tenido «les foies» como se dice ‑¿habla usted francés? ¿Sabe lo que es avoir les foies? Avoir les foies es tener caguetas‑ esos sabios se dijeron: «¿y si todas estas pequeñas bacterias con las que hacemos cosas tan maravillosas, un buen día, después de haberlas convertido en un instrumento absolutamente sublime de destrucción de la vida, viene un tipo y las saca del laboratorio?».

Ante todo, todavía no lo han conseguido, todavía no se logró, pero no obstante, comienzan a tener una pequeña idea de que podrían crearse bacterias terriblemente resistentes a todo, y que a partir de ese momento ya no se las pudiera detener y que tal vez limpiaran de la superficie de la tierra todas esas porquerías, en particular las humanas, que la habitan. Y entonces se sintieron de golpe sumidos en una crisis de responsabilidad. Afirmaron lo que se llama un embargo en cierto número de investigaciones ‑tal vez hayan tenido una idea, después de todo no tan errada, de lo que hacen, quiero decir que es cierto que eso podría llegar a ser muy peligroso; yo no lo creo; la animalidad es indestructible; ¡no serán las bacterias las que nos liberarán de todo eso! Pero los científicos han tenido una crisis de angustia, una típica crisis de angustia. Y entonces aplicaron una especie de interdicción, provisoria por lo menos, se dijeron que era necesario pensar dos veces antes de llevar demasiado lejos ciertos trabajos sobre las bacterias. Sería un alivio sublime si de golpe estuviéramos frente a un verdadero flagelo, un flagelo salido de las manos de los biólogos, sería verdaderamente un triunfo, querría decir realmente que la humanidad habría llegado a algo, a su propia destrucción, por ejemplo, ese es verdaderamente el signo de la superioridad de un ser sobre todos los demás, no solamente su propia destrucción, ¡sino la destrucción de todo el mundo viviente! Sería verdaderamente el signo de que el hombre es capaz de algo. Pero con todo nos da un poco de angustia. Todavía no hemos llegado a ello.

Como la ciencia no tiene la más mínima idea de lo que hace, salvo el tener un brotecito de angustia como ése, va a continuar pese a todo por un cierto tiempo y, probablemente a causa de Freud, nadie siquiera pensó en decir que resultaba tan imposible tener una ciencia, una ciencia que diera resultados, como gobernar y como educar. Pero si tenemos una pequeña sospecha de ello, es a causa del análisis, porque el análisis está realmente allí. El análisis, no sé si usted está al corriente, el análisis se ocupa muy especialmente de lo que no anda bien; es una función aún más imposible que las otras, pero gracias al hecho de que se ocupa de lo que no anda bien, se ocupa de esa cosa que es necesario llamar por su nombre, y debo decir que hasta ahora soy el único, que la ha llamado así, me refiero lo real.

La diferencia entre lo que anda y lo que no anda, es que lo primero es el mundo, el mundo va, gira en redondo, es su función de mundo; para darnos cuenta de que no hay mundo, es decir, de que hay cosas que solamente los imbéciles creen que están en el mundo, basta con observar que existen cosas que hacen que el mundo sea inmundo, si me permiten expresarme así; de eso se ocupan los analistas; de manera que, contrariamente a lo que se cree, enfrentan lo real, mucho más que los científicos; no se ocupan más que de eso. Y como lo real es lo que no anda, además están obligados a soportarlo,es decir, obligados continuamente a poner el hombro. Para ello, es necesario que estén terriblemente acorazados contra la angustia.

Ya es algo que por lo menos puedan hablar de la angustia. En cierto momento yo dije algunas cosas al respecto. Produjo un cierto efecto, produjo un cierto remolino. Después de mis charlas un tipo vino a verme, uno de mis alumnos, alguien que había seguido el seminario sobre la angustia durante todo un año; estaba absolutamente entusiasmado, era precisamente el año en que en el psicoanálisis francés (bueno, eso que llaman así) se había producido la segunda escisión; estaba tan entusiasmado que pensó que tenían que meterme en una bolsa y ahogarme; me amaba tanto que era la única conclusión que le parecía posible.
Le grité; incluso lo eché con palabras injuriosas. Lo cual no le impidió sobrevivir, e incluso adherirse finalmente a mi Escuela.
Ya ve cómo son las cosas. Las cosas están hechas de payasadas. Sólo así tal vez se pueda confiar en un porvenir del psicoanálisis; si se consagra suficientemente a la payasada.
Pues bien, pienso que le he dado una cierta respuesta.

*




Sra. Y...: ¿Puede usted precisar en qué se distingue la Escuela Freudiana de París de las otras escuelas?

J. LACAN: Allí son serios. Es la distinción decisiva.

Sra. Y ...: ¿Las otras escuelas no son serias?

J. LACAN: De ninguna manera.

Sra. Y...: Usted ha dicho hace un momento «si la religión triunfa, es porque el psicoanálisis habrá fracasado». ¿Piensa usted que ahora se va a ver a un psicoanalista como antes se iba a ver a un confesor?

J. LACAN: Sabía que iba a hacerme esta pregunta. Esta historia de confesión es un cuento chino. ¿Por qué cree usted que uno se confiesa?

Sra. Y...: Cuando uno va a ver al psicoanalista, se confiesa también.

J. LACAN: ¡De,ninguna manera! No tiene nada que ver. Es la infancia del arte comenzar por explicar a la gente que no están allí para confesarse. Están allí para decir, para decir algo, sea lo que fuere.

Sra. Y...: ¿Cómo explica usted este triunfo de la religión sobre el psicoanálisis?

J. LACAN: No es de ningún modo por medio de la confesión.

Sra. Y...: Usted ha dicho «si la religión triunfa, es porque el psicoanálisis habrá fracasado». ¿Cómo explica el triunfo del psicoanálisis sobre la religión?

J. LACAN: El psicoanálisis no triunfará sobre la religión; la religión es indestructible. El psicoanálisis no triunfará; sobrevivirá o no.

Sra. Y...: ¿Por qué ha empleado esa expresión del triunfo de la religión sobre el psicoanálisis? ¿Está convencido de que la religión triunfará?

J. LACAN: Sí, no triunfará solamente sobre el psicoanálisis, triunfará sobre muchas cosas más. Es imposible imaginar siquiera cuán poderosa es la religión. Hace un momento he hablado un poco de lo real. En esto la religión va a tener aún muchas más razones para apaciguar los corazones, si se puede decir así, porque lo real... por poco que la ciencia ponga lo suyo, la ciencia de la que hablaba yo hace un momento, algo nuevo, la ciencia, va a introducir montones de cosas absolutamente perturbadoras en la vida de cada uno. Y la religión, sobre todo la verdadera, tiene recursos que ni siquiera pueden sospecharse. Por el momento basta con ver de qué manera resuena; es absolutamente fabuloso. Tardaron, pero de golpe comprendieron cuáles eran sus probabilidades frente a la ciencia. La ciencia va a producir tales perturbaciones que va a ser necesario que a todas esas perturbaciones se les dé un sentido. Y en cuanto a sentido, conocen bastante. Son capaces de dar un sentido, puede decirse, verdaderamente a cualquier cosa, un sentido a la vida humana por ejemplo. Están formados para eso. Desde el comienzo, todo lo que es religión consiste en dar un sentido a las cosas que otrora eran las cosas naturales. Pero no porque las cosas vayan a tornarse menos naturales, gracias a lo real, no es por ello que se va a cesar de segregar el sentido. Y la religión va a dar un sentido a las pruebas más curiosas, justamente a aquéllas que comienzan a provocar un poquito de angustia en los propios científicos; la religión les va a hallar sentidos truculentos. No hay más que ver cómo pintan las cosas ahora. Se ponen al día.

Sra.Y...: ¿Se convertirá el psicoanálisis en una religión?

J. LACAN: ¿El psicoanálisis? No, por lo menos así lo espero. Pero tal vez se convierta, en efecto, en una religión, quién sabe, ¿por qué no? Pero no pienso que ésa sea mi sesgo. Pienso que el psicoanálisisno apareció en un momento histórico cualquiera; apareció correlativamente a un paso capital, a cierta avanzada del discurso de la ciencia. El análisis apareció entonces ‑voy a decirle lo que digo al respecto en mi pequeño informe, en el asunto ese que lucubré para este Congreso: el psicoanálisis es un síntoma. Sólo hay que comprender síntoma de qué. En todo caso y claramente, como lo dijoFreud (puesto que él habló de «Malestar en la cultura»), el psicoanálisis forma parte de ese malestar en la cultura. Entonces, lo más probable es que a pesar de todo, no vamos a quedarnos allí, dándonos cuenta de que el síntoma es lo más real que existe. Nos van a hacer segregar sentido a manos llenas, y eso alimentará no solamente a la verdadera religión, sino a un montón de religiones falsas.

Sra. Y...: ¿Qué quiere decir «la verdadera religión»?

J. LACAN: La verdadera religión es la romana. Trate de poner a todas las religiones en la misma bolsa y haga por ejemplo lo que llaman historia de las religiones; es verdaderamente horrible. Hay una verdadera religión, es la religión cristiana. Se trata simplemente de saber si esa verdad podrá resistir, es decir, si será capaz de segregar sentido de manera que nos ahoguemos bien en él. Y no cabe duda de que lo logrará, porque tiene recursos. Ya hay un montón de cosas preparadas para eso. La religión interpretará el Apocalipsis de San Juan. Hubo bastante gente que ya ha intentado hacerlo. Hallará una correspondencia de todo con todo. Incluso es su función.

El analista por su parte, es algo muy distinto. Está en una especie de momento de mutación. Durante un breve instante nos pudimos dar cuenta de qué era la intrusión de lo real. El analista se queda allí. Está allí como un síntoma, y no puede durar más que a título de síntoma. Pero ya verá usted que curarán a la humanidad del psicoanálisis. A fuerza de ahogarlo en el sentido, en el sentido religioso por supuesto, se llegará a reprimir ese síntoma. ¿Me comprende? ¿Se prendió una lucecita en sus entendederas? ¿No le parece que la mía es una posición mesurada?

Sra. Y...: Escucho.

J. LACAN: Escucha, sí. ¿Pero capta siquiera una pequeña cosa que se parezca a lo real?

Sra. Y... (comienzo inaudible): a mí me corresponde, después, hacer una especie de síntesis.

J. LACAN: ¿Usted hará una síntesis? ¡Qué suerte que tiene! Pues, extraiga de esto lo que pueda.
Durante un breve instante, con el psiconálisis se tuvo como un relámpago de verdad. Y si dura, no es de ninguna manera porque se lo haya forzado.                                     

*

Sr. X... (habla en italiano); traducción: El señor ha leído sus Ecrits en italiano en la colección que se llama «Cosa freudiana».

J. LACAN: ¿Cómo? No hay ninguna colección «Cosa freudiana».

El intérprete: Bajo el título de «Cosa freudiana» hay diversos artículos.

J. LACAN: ¿Bajo ese título, «La Cosa freudiana», traducen mis Ecrits? Yocreía que era un artículo muy especial. «La chose freudienne» en francés es el titulo de uno de mis Ecrits.

El intérprete: Pues el librito que contiene cinco o seis de sus artículos, traducido hace dos o tres años, se llama la Cosa Freudiana...

Sr. X... (en italiano); traducción: El señor dice que los Ecrits son muy oscuros, muy difíciles de comprender, y que alguien que quiere comprender sus propios problemas leyendo esos textos, se encuentra profundamente desorientado e incómodo.
La segunda impresión es ésta: usted es uno de los representantes más célebres del retorno a Freud. Ahora bien, su opinión superficial de la cosa es que ese retorno a Freud es un poco problemático. El señor dice que su nueva interpretación de Freud, de los textos freudianos, torna la lectura de Freud aún más complicada.

J. LACAN: Tal vez porque hago observar lo que el propio Freud por otra parte tardó mucho en meter en la cabeza de sus contemporáneos. Es necesario decir que cuando Freud publicó «La interpretación de los sueños», no se vendió mucho, se vendieron ‑ no sé, lo supe una vez, no quisiera decir algo totalmente errado‑ creo que trescientos ejemplares en quince años. Freud tuvo que tomarse mucho trabajo para forzar, para introducir en el pensamiento de sus contemporáneos algo tan específico, y a la vez tan poco filosófico. Y no es porque haya tomado ya no sé de quién, ¿de Herbart? la palabra Unbewussteque no era de ninguna manera lo que los filósofos llamaban «inconsciente»; no tenía nada que ver.
Es incluso lo que me he esforzado por demostrar; cómo se especifica el inconsciente de Freud; los universitarios poco a poco habían logrado digerir lo que Freud, con mucha habilidad por otra parte, se había esforzado por tornar comestible, digerible; Freud mismo se prestó a ello por querer convencer; el sentido del retorno a Freud es eso: mostrar lo que hay de tajante en la posición de Freud, en lo que Freud había descubierto, en lo que Freud hacía entrar en juego de una manera diré completamente inesperada, porque era verdaderamente la primera vez que se veía surgir algo que no tenla estrictamente nada que ver con nada que se hubiera dicho antes. El inconsciente de Freud es eso, la incidencia de algo completamente nuevo.

Entonces no estoy muy sorprendido, dado que usted no habla más que italiano, por lo menos lo supongo, porque en caso contrario ¿por qué no me hablaría usted en francés?, de que si lee mis Ecritstraducidos al italiano, ante todo, voy a decirle, tal vez no estén bien traducidos; no puedo verificarlo, no estoy en con­diciones de verificar; el traductor me vino a ver a menudo para pedirme consejos y ver las cosas más claras, pero como él, por su parte, tiene sus ideas propias, lo que yo le respondí tal vez no le haya servido demasiado. Y luego, voy a decirle también algo que es característico de mis Ecrits‑es que mis Ecrits, no los escribí para ser comprendidos, los escribí para ser leídos, lo que no es de ninguna manera lo mismo. Es un hecho que, contra­riamente a Freud, hay a pesar de todo bastante gente que los leen, ciertamente más que los que leyeron a Freud durante quince años; al final, por cierto, Freud tuvo un enorme éxito de librería. Pero esperó mucho tiempo. Yo nunca esperé nada parecido. Para mí fue toda una sorpresa cuando supe que mis Ecrits se vendían. Nunca comprendí cómo era posible. En cambio, lo
que compruebo es que aun cuando no se comprendan, algo hacen a la gente. He observado esto a menudo. No comprenden nada, es totalmente cierto, durante cierto tiempo, pero algo les produce.
Y por eso yo estaría inclinado a creer, contrariamente a lo que se imaginan los de afuera, se imaginan que compran simplemente mis Ecrits, y que luego ni los abren; y es un error; los abren, e incluso los estudian; e incluso se revientan en la tarea; porque evidentemente, una vez que se comienzan mis Ecrits, lo mejor que se puede hacer, en efecto, es tratar de comprenderlos; y como no los comprenden‑ yo no lo hice a propósito para que no los comprendan‑, pero en fin, ha sido una consecuencia de las cosas, yo hablaba, daba cursos, muy hilvanados y muy comprensibles, pero como los transformaba en escrito sólo una vez por año, naturalmente surgía un escrito que, en relación con la masa de lo que había dicho, era una especie de concentrado totalmente increíble, que en cierta forma debe ponerse en agua como las flores japonesas, para que se abran. Es una comparación que vale lo que vale.

Lo que puedo decirle, y que es bastante habitual, sé cómo pasan las cosas porque ya me ocurrió el haber escrito, incluso hace ya mucho tiempo; es bastante habitual que en diez años uno de mis Ecrits se torne transparente, mi estimado amigo. ¡Hasta usted comprendería! Dentro de diez años mis Ecrits, incluso
en Italia, incluso traducidos tal como están, le parecerán intrascendentes, lugares comunes. Porque hay una cosa que, a pesar de todo, es bastante curiosa: incluso ciertos escritos, que son escritos muy serios, finalmente se tornan lugares comunes. Dentro de muy poco tiempo, ya verá usted, encontrará a Lacan por todas las esquinas! ¡Ni más ni menos que Freud! Finalmente todos se imaginan que han leído a Freud porque Freud anda rodando por todas partes, anda rodando en los diarios, etc. Ya me tocará a mí también, verá usted; a todos les podría ocurrir si se abocaran a ello; si hicieran las cosas un poco más apretadas, por supuesto, apretadas alrededor de un punto muy preciso que es lo que yo llamo el síntoma, o sea, lo que no anda.

Hubo un momento en la historia en que había bastante gente ociosa para ocuparse muy especialmente de lo que no anda, y dar una fórmula de «lo que no anda» en estado naciente, si puedo decirlo así. Como lo expliqué hace un momento, todo recomenzará a girar en redondo, es decir, en realidad, a ahogarse bajo las más repugnantes de esas cosas que hemos conocido desde hace siglos y que naturalmente se restablecerán. La religión, le digo yo, está hecha para eso, está hecha para curar a los hombres, es decir, para que ellos no se den cuenta de lo que no anda. Ha habido un pequeño relámpago ‑entre dos mundos, si puedo expresarme así‑, entre un mundo pasado y un mundo que va a reorganizarse como un soberbio mundo futuro. No pienso que el psicoanálisis detente ninguna clave del futuro. Pero habrá sido un momento privilegiado durante el cual se habrá tenido una visión bastante justa de qué es lo que yo llamo en mi discurso el parletre. El parletre es una manera de expresar el inconsciente. El hecho de que el hombre sea un animal hablante, lo que es totalmente imprevisto, lo que es totalmente inexplicable, saber qué es, con qué se fabrica esa actividad de la palabra, es algo sobre lo cual trato de dar algunas luces en lo que voy a contarle a este Congreso. Está muy vinculado a ciertas cosas que Freud consideró como sexualidad, y en efecto, tiene una relación, pero esto se vincula a la sexualidad de una manera muy, pero muy, particular.
Muy bien. Entonces verá. Conserve este librito en su bolsillo y reléalo dentro de cuatro o cinco años, ¡verá cómo se relamerá los bigotes!

*

M. Y... (en italiano); traducción: Según he comprendido, en la teoría lacaniana general, en la base del hombre no está la biología o la fisiología sino el lenguaje. Pero san Juan ya lo había dicho: «Al principio era el Verbo». Usted no agregó nada a ello.

J. LACAN: Yo he agregado un poquito. San Juan comienza su Evangelio diciendo que: "Al principio era el Verbo". Con esto estoy muy de acuerdo. ¿Pero antes del principio, dónde estaba? Esto es lo verdaderamente impenetrable. Porque dijo «Al principio era el Verbo»; ese es el Evangelio de San Juan. Pero hay otra cosa que se llama el Génesis, que de ningún modo está desvinculado con ese asunto del Verbo. Naturalmente para empalmar con esto se dijo que el Verbo era asunto de Dios Padre, y que se reconocía bien que el Génesis era tan verdadero como el Evangelio de San Juan porque fue con el Verbo que Dios creó el mundo. ¡Cosa curiosa, el Verbo!
En la Escritura judía, la Escritura Santa, se ve muy bien para qué sirve que el Verbo haya sido en cierta medida no en el principio, sino antes del principio; es que gracias a esto, como era antes del principio, Dios cree tener el derecho de hacer todo tipo de reprimendas a las personas a quienes les hace un regalito, del tipo «tit‑tit‑tit» como se les dice a los pollitos; enseñó a Adán a nombrar las cosas, no le dio el Verbo, porque hubiera sido una empresa demasiado importante; le enseñó a nombrar. Nombrar no es gran cosa, sobre todo porque además todos estos nombres son.... es decir algo plenamente a la medida humana. Los seres humanos no piden sino eso, que las luces sean moderadas. La luz en sí es absolutamente insoportable. Por otra parte, nunca se hablé de luz durante el siglo de las luces, se habló de Aufklärung. «Traiga una lamparita, por favor». Es ya mucho. Es ya incluso más de lo que podemos soportar.

Entonces yo estoy a favor de san Juan y de su «Al principio era el Verbo», pero es un principio que, en efecto, es completamente enigmático. Quiero decir lo siguiente: las cosas no comienzan para este ser carnal, este personaje repugnante que a pesar de todo debernos llamar hombre medio, las cosas no comienzan para él, quiero decir, el drama no comienza más que cuando se ha metido el Verbo, cuando el Verbo, como dice la religión ‑la verdadera‑, cuando el Verbo se encarna. Es cuando el Verbo se encarna que todo comienza a andar desastrosamente mal. Ya no es feliz en absoluto, ya no se parece para nada a un perrito que mueve la cola ni a un buen mono que se masturba. Ya no se parece a nada en absoluto. Está devastado por el Verbo.

Entonces yo también pienso que es el principio, por supuesto. Me dirán que no he descubierto nada. Es cierto. Nunca pretendí descubrir nada. Todas las cosas que he tomado fueron cosas que fui sacando por un lado o por el otro. Y después, sobre todo, figúrese, tengo cierta experiencia en este oficio sórdido que se llama ser analista. Y entonces, allí sí que aprendo un montón de cosas. Y diré que el «Al principio era el Verbo» cobra más peso para mí, porque voy a decirle algo: si no estuviera el Verbo que, -es necesario decirlo-, les hace "gozar", todas estas personas que vienen a verme, ¿por qué habrían de volver a mi casa si no fuera porque cada vez se dan un hartazgo de Verbo? Yo, es desde ese ángulo como me doy cuenta. Les causa placer, se regocijan. Yo le digo, sin eso, ¿por qué tendría clientes, por qué volverían con tanta regularidad, durante años, se da cuenta? Es un poco así. En todo caso al comienzo del análisis, es cierto. Para el análisis, es cierto, al principio es el Verbo. Si no estuviera eso, no veo ¡qué diablos haríamos juntos allí!

*

Sr X... (en italiano): ¿Es cierto que el psicoanálisis ha entrado en una crisis irremediable? ¿No es que las relaciones del hombre se han tornado tan problemáticas porque ese real es tan invasor, tan agresivo, tan obsesionante... (continuación inaudible).

J. LACAN: Todo lo que tenemos de real hasta el momento es poco frente a lo que a pesar de todo no se puede imaginar, porque precisamente lo característico de lo real es que no se lo imagina.

Sr. Z...: La pregunta se refería al papel del psicoanálisis hoy. Usted decía hace un momento que el psicoanálisis establecía la relación del individuo con lo real. La pregunta era que, habiéndose tornado lo real tan agresivo, tan «obsesionante» como decía el señor, habría entonces que liberar al hombre de lo real; luego el psicoanálisis no tendría razón de ser.

J. LACAN: Si lo real se pone suficientemente agresivo...

Sr. X... : Cioé che il reale é diventato cosi distruttivo che l'unica possibiliti di salvezza é la sottrazione al reale, perché la psicanalisi ha cessato completamente la sua funzione.

Intérprete.‑ La única salvación posible frente a este real que se ha tornado tan destructivo...

J. LACAN: ¿Sería rechazar completamente lo real?

Intérprete: Yel señor ha hablado de esquizofrenia colectiva. Por eso concluye el papel del psicoanálisis tal como ha sido presentado.

J. LACAN: Es una forma pesimista de representar lo que yo creo más simple: "el triunfo de la verdadera religión". Es una forma pesimista. Rotular la verdadera religión como esquizofrenia colectiva es un punto de vista muy especial, que es sostenible, estoy de acuerdo. Pero es un punto de vista muy psiquiátrico.

Intérprete: No es el punto de vista de su interlocutor; él no ha hablado de religión.

J. LACAN: No, no ha hablado de religión pero yo hallo que él coincide de manera asombrosa con aquello de donde yo había partido, o sea que la religión, a fin de cuentas, podría muy bien arreglar todo eso. No obstante, no hay que dramatizar demasiado. Debemos poder acostumbrarnos a lo real quiero decir a lo real, naturalmente al único real concebible, el único al cual tengamos acceso. A nivel delsíntoma no es aún verdaderamente lo real, es la manifestación de lo real a nuestro nivel de seres vivientes. Como seres vivientes, estamos carcomidos, mordidos por el síntoma, es decir que al fin de cuentas, somos lo que somos, estamos enfermos, es todo. El ser hablante es un animal enfermo. Al principio era el Verbo, todo eso dice lo mismo.

Pero al real al cual podemos acceder, accedemos por un camino muy preciso, el camino científico, es decir, las pequeñas ecuaciones. Y ese real, el verdadero real, no si puedo llamarlo así, el verdadero real, es justamente el que nos falta completamente en lo que nos concierne, pues de ese real, en lo que nos concierne, estamos totalmente separados, a causa de algo muy preciso que yo, aunque jamás haya podido demostrarlo absolutamente, creo que jamás llegaremos a dominarlo; jamás llegaremos a dominar la relación entre esos parlétres que sexuamos como el varón y esos pedales «parlétres» que sexuamos como la mujer. Aquí se pierden radicalmente los pedales; es, incluso lo que especifica eso [Esta frase: les pédales sont radicalement perdues, sobre todo después de lo que el autor dice sobre la sexuación, debe leerse también como «los maricas están radicalmente perdidos». (N. del T.)] que generalmente se llama ser humano; sobre este punto no hay ninguna probabilidad de que eso tenga éxito alguna vez, es decir, que tengamos la fórmula, algo que se escriba científicamente. De allí la proliferación de los síntomas, porque todo se aferra allí. En esto Freud tenía razón cuando hablaba de lo que él llamó la sexualidad. Digamos que la sexualidad, para el «parlétre» no tiene esperanzas.

Pero el real al que accedemos con pequeñas fórmulas, el "ver­dadero real" eso es algo muy distinto. Hasta el momento no hemos tenido otros resultados que no sean divertidos chismes de consumo: a saber: se envía un cohete a la luna, tenemos televisión, etc. Eso nos come, pero nos come por intermedio de cosas que remueve dentro de nosotros. No en vano la televisión es devoradora.
Lo es porque a pesar de todo, nos interesa. Nos interesa por cierto número de cosas absolutamente elementales, que podríamos enumerar, con las cuales podríamos hacer una listita muy pero muy precisa. Pero de todas maneras nos dejamos comer. Por esta razón no estoy entre los alarmistas ni entre los angustiados. Cuan­do, nos hayamos hastiado, detendremos eso y nos ocuparemos de las cosas verdaderas, o sea, de lo que yo llamo religión.


Sr. A...: (comienzo inaudible) ... pero no obstante tal vez haya algo, es que es difícil aproximarse a lo real, al verdadero real y no solamente al símbolo, a no ser un hendidura, es decir, que lo real es trascendente; para llegar a ese algo que nos trasciende... (inaudible) están en efecto los chismes y en efecto, los chismes nos comen.

J. LACAN: . Sí, yo no soy muy pesimista. Habrá un taponamiento del chisme. Su extrapolación, quiero decir su manera de hacer converger lo real y lo trascendente, debo decir que me parece un acto de fe, porque en verdad...

Sr. A...: Yo le pregunto qué es un acto de fe.

J. LACAN: Eso es lo horrible, que estamos siempre en la feria.

Sr. A... : ¡Dije fe, no feria!

J. LACAN: En lo que a mí respecta, es mi manera de traducir fe. La fe es la feria. Hay tantas fes, comprende usted, fes que anidan en los rincones, que a pesar de todo, eso sólo se dice bien en el foro, o sea en la feria.

Sr. A... : Fe, foro, feria, son juegos de palabras.

J. LACAN: Son juegos de palabras, es cierto. Pero yo le doy una enorme importancia a los juegos de palabras, usted lo sabe. Me parecen la clave del psicoanálisis.

*

Sr. B...: (En italiano)

J. LACAN: Yo no soy para nada filósofo.

Sr. B...: Una nozione ontologica, metafísica del reale...

J. LACAN: No es ontológico en absoluto.

Sr. A...: El ha dicho: el profesor Lacan toma una noción kantiana de lo real.

J. LACAN: Pero no es de ningún modo kantiano. Incluso es esto sobre lo que insisto, si hay noción de lo real es una noción extremadamente compleja, y a este título, no puede captarse, captarse de una manera que agotaría todo. Me parece una noción increíblemente anticipadora pensar que haya un todo de lo real; mientras no lo hayamos verificado, creo que vale más evitar decir que lo real sea de alguna manera un todo.
Recientemente he leído algunas cosas al respecto ‑en verdad, llegó a mis manos un pequeño artículo de Henri Poincaré sobre la evolución de las leyes; no conocéis seguramente este artículo, es inhallable, me lo han traído, es un lujo de bibliófilo; es a propósito de la pregunta que se había planteado Boutroux para saber si podía pensarse que también las leyes podrían tener una evolución.Poincaré, que es matemático, se enfurece absolutamente ante el pensamiento de que pudiera haber una evolución de las leyes, puesto que justamente lo que el científico busca es una ley en la medida que no evoluciona.

Debo decir al respecto, son cosas que ocurren por accidente, ocurre por accidente que un filósofo sea más inteligente que un matemático, es muy raro, pero esta vez, por casualidad, Boutroux, planteó una cuestión que me parece absolutamente capital. En efecto, ¿por qué las leyes no evolucionarían dado que pensamos un mundo como un mundo que ha evolucionado? ¿Por qué las leyes no evolucionarían?Poincaré se mantiene duro como el hie­rro en cuanto a lo propio de una ley, o sea que con una ley no
sólo se puede saber el domingo lo que ocurrirá el lunes, y el martes, sino que además, funciona en los dos sentidos, o sea ‑que gracias a una ley, se debe saber lo que ocurrió el sábado y también el viernes. Pero no vemos en absoluto por qué lo real no admitiría esta entrada de una ley que se mueve.   
Es muy cierto que aquí perdernos completamente los estribos, porque como estamos situados en un punto preciso del tiempo, ¿cómo poder decir algo a propósito de una ley que ya no es una ley, según dicePoincaré? ¿Pero por qué, después de todo, no pensar también que tal vez un día, siempre gracias a cálculos, podamos saber un poquitito más sobre lo real?, Exactamente como Augusto Comte, que decía que nunca jamás se sabría nada sobre la química de las estrellas: cosa curiosa, aparece una cosa llamada espectroscopio, y tenernos con mucha precisión datos sobre la composición química de las estrellas. Entonces hay que desconfiar, porque aparecen recursos, lugares de pasaje absolutamente insensatos, que no se podían imaginar de ningún modo, que no se podía prever de ningún modo, y que tal vez hagan que un día tengamos una noción sobre la evolución de las leyes. En todo caso yo no veo por qué lo real haya de ser por esto más trascendente.

Creo que es una noción muy difícil de manejar. Por otra parte, hasta el momento sólo se la ha manejado con suma prudencia.

Sr. X...: Es un problema filosófico.

J. LACAN: Es un problema filosófico, es cierto. En efecto, hay cosas, hay pequeños dominios donde la filosofía aún tendría algo que decir. Desgraciadamente es bastante curioso que la filosofía muestre tantos signos de envejecimiento, quiero decir que, bueno, Heidegger dijo dos o tres cosas sensatas; de todas maneras hace ya mucho tiempo que la filosofía no ha dicho absolutamente nada interesante para todo el mundo. Por otra parte, la filosofía nunca dice algo interesante para todo el mundo. Cuando se sale con algo, la filosofía, dice cosas que interesan a dos o tres personas. Y después de eso, hay una enseñanza filosófica, es decir que esa cosa pasa a la Universidad. Una vez que pasa a la Universidad, está acabada, ya no hay la más mínima filosofía. ni siquiera es imaginable. Hace un momento alguien me atribuyó un kantismo, de una manera totalmente gratuita. Yo no he escrito nunca más que una sola cosa sobre Kant, es mi pequeño escrito «Kant con Sade»; para decirlo de una vez, hago de Kant una flor sádica. Por otra parte, nadie prestó la menor atención a ese artículo. Un buen señor lo ha comentado en alguna parte, pero yo no sé siquiera si fue publicado. Lo cierto es que nadie me respondió nunca sobre ese artículo. Es cierto que soy incomprensible.

Sr. A...: (En italiano) Traducción: Mi imputación de kantismo es arbitraria. Como se estaba tratando lo real como trascendente, he citado al pasar «la cosa en sí», pero no es una imputación de kantismo.

J. LACAN: Si me esfuerzo por algo, es por decir cosas que se ajusten a mi experiencia de analista esto es a algo limitado puesto que ninguna experiencia de analista puede pretender apoyarse sobre tantas personas como para generalizar. Yo intento determi­nar con qué un analista puede sustentarse a sí mismo, lo que la función de analista implica como aparato ‑si puedo expresarme así‑ como aparato mental riguroso; cuando se es analista, de qué barandilla hay que sostenerse para no desbordar de su fun­ción de analista. Porque cuando se es analista, constantemente sentimos la tentación de patinar, de deslizarnos, de deslizarnos por la escalera apoyados sobre el trasero, lo cual reconozcamos que es muy poco digno de la función de analista. Hay que saber permanecer rigurosos porque no hay que intervenir más que de una manera sobria y preferentemente eficaz. Para que el análisis sea serio y eficaz, yo trato de dar sus condiciones; parecería que desborda sobre cuerdas filosóficas, pero no lo hace en lo más
mínimo.        

Yo no hago filosofía para nada; al contrario, desconfío de ella como de la peste. Y cuando hablo de lo real que me parece una noción absolutamente radical para anudar algo en el análisis, pero no la única, está lo que llamo lo simbólico, lo que llamo lo imaginario, me aferro a esto como uno se aferra a tres pequeñas cuerdas que son las únicas que le permiten flotar. Lo propongo a los otros también, por supuesto, a aquéllos que tienen la amabilidad de seguirme, pero ellos pueden seguir a montones de otras personas que no faltan para ofrecerles su ayuda. Lo que más me asombra es tener aún tantos a mi lado, porque no puedo decir que haya hecho nada para retenerlos. No me he colgado de sus faldones. No temo en absoluto que la gente se vaya. Al contrario, me siento aliviado cuando se van. Pero en fin, a los que están conmigo a pesar de todo les agradezco que de tanto en tanto me devuelvan algo, lo que me da la sensación de que no soy completamente superfluo en lo que enseño, de que les enseño algo que les es útil.
Ha sido muy gentil por haberme interrogado durante tanto tiempo.



Texto extraído de "Actas de la Escuela Freudiana de París", varios autores, editorial Petrel, Barcelona, España, 1980.
Edición original: Boletín interno de La EFP, VII Congreso, Roma 1974: París, 1975.
Traducción: Italo Manzi.
fuente:  www.con-versiones.com.ar. /sergio Rocchietti (2009)


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