No eres bienvenido
vanesa guerra
Entre los unos y los otros el tajo no se zanja con un salto. Por ejemplo: los que huyen, los que llegan, los que perecen, podrían ser los unos. Los otros serían quienes les atajan, o no, en esa caída abisal. Huir es un verbo sin respiro, la palabra que lo invoca apenas roza la emoción narcotizada de quien lo hace a puro reflejo, como una arcada, como quien vomita el alma y aparece en otro cuerpo o aun en otro cuerpo social. Del innato terror al innato apego por la vida acaso sólo haya un tajo a pura hemorragia. Si quien huye no reconoce camino, si apenas recuerda el nombre que lo nombra, será ese un cuerpo lanzado a la intemperie, sin seña ni lengua que le ampare. Leo que el alcalde de Springfield pensó que recibía a una somalí pero resulta que son dos y cuatro y cientos, vivos o muertos vivos, pues cuando vuelve el alma al cuerpo, retorna el vómito como una abyección inesperada que se autoinocula porque las almas no abandonan a sus cuerpos, gravitan imantadas con memoria de tatoo; y traerán su resentir musical o cierto olor que la nariz inhóspita no decodifica. Uno en shock de huida es menos peligroso que uno con su unidad tajeada y abyecta. Pero en tanto aprieto ¿podrá el alma volver y hacerse lugar en el cuerpo? ¿Podrá reconocerse? ¿O tendrá por destino errar dentro de sí, identificada al no lugar que el otro impone? Para el alcalde, el refugiado es invasor, sostiene que debe poner fin a la hospitalidad para evitar refugiarse de los refugiados. En la idea del alcalde uno y otro terminan siendo lo mismo por salto y omisión.
vanesa guerra
Entre los unos y los otros el tajo no se zanja con un salto. Por ejemplo: los que huyen, los que llegan, los que perecen, podrían ser los unos. Los otros serían quienes les atajan, o no, en esa caída abisal. Huir es un verbo sin respiro, la palabra que lo invoca apenas roza la emoción narcotizada de quien lo hace a puro reflejo, como una arcada, como quien vomita el alma y aparece en otro cuerpo o aun en otro cuerpo social. Del innato terror al innato apego por la vida acaso sólo haya un tajo a pura hemorragia. Si quien huye no reconoce camino, si apenas recuerda el nombre que lo nombra, será ese un cuerpo lanzado a la intemperie, sin seña ni lengua que le ampare. Leo que el alcalde de Springfield pensó que recibía a una somalí pero resulta que son dos y cuatro y cientos, vivos o muertos vivos, pues cuando vuelve el alma al cuerpo, retorna el vómito como una abyección inesperada que se autoinocula porque las almas no abandonan a sus cuerpos, gravitan imantadas con memoria de tatoo; y traerán su resentir musical o cierto olor que la nariz inhóspita no decodifica. Uno en shock de huida es menos peligroso que uno con su unidad tajeada y abyecta. Pero en tanto aprieto ¿podrá el alma volver y hacerse lugar en el cuerpo? ¿Podrá reconocerse? ¿O tendrá por destino errar dentro de sí, identificada al no lugar que el otro impone? Para el alcalde, el refugiado es invasor, sostiene que debe poner fin a la hospitalidad para evitar refugiarse de los refugiados. En la idea del alcalde uno y otro terminan siendo lo mismo por salto y omisión.
Contratapa suplemento de cultura diario Tiempo Argentino
domingo 7 de diciembre 2014