Ideas para diluir la brea viscosa que ungió a nuestrxs cuerpxs
Despellejarse la piel del Amo será escribir y pensar con otrxs para tratar el problema.
La urgencia:
La lengua del amo se vuelve sobre el yo y lo violenta. Inocula formatos disciplinados, vivencias en tiempo lineal que narcotizan la historia para ungir nuestrxs cuerpxs asfixiando la lengua con la que respiran.
Existir con tanto ahogo no tiene caso. Habrá que probar la potencia de la lengua tajeando el látex que nos recubre.
Comentario preliminar
Estas notas buscan agitar al cuerpx poéticx en el que ensamblan a modo de dialogo e interpelación fragmentos de los libros Walser, traductor del limbo (Bajo La Luna, 2017); La sombra del animal (Bajo La Luna 2008); La lengua del desierto (Buena Vista Editora, 2020) ¿Dónde tienen la boca estos peluditos? Inédito. Estas transtextualidades e intertextualidades están al servicio de revisar la depresión social de la época y su posibilidad angostísima de moverse hacia otra materia para arribar a la angustia como zona de pasaje y acaso como laboratorio para un devenir a una lengua poética, es decir entregarse a una experiencia de lenguaje que nos restituya la voz no mercante, a cada quien, entre cada quien, en este mundo y con esta tierra.
-su corazón no es infeliz
Al perro de mi corazón, no lo asustes, no lo asustes
En los desiertos nxs volvemos otrxs, como en la angustia, esa experiencia que habilita la apertura de una puerta mucho antes de buscarla, la angustia -tan angosta- siempre es buena brújula, es como una lengua divina que no se entiende, algo inhumano, sobrenatural, una revelación sin pista ni símbolo, no hay exégesis posible, del tiempo íntimo no sabe mucho, no es puntual, siempre llega temprano, nos toma en pijamas y en calzones raídos nxs recluta en un tris.
// Interrupción del wasap a quien escribe estas notas> unx de lxs personas con quien trabajo no hace tanto deja un mensaje de voz, ateridx, para avisar que tiene un clona sublingual en la billetera y lo va a tomar. De pronto pienso en hombres de barba y ojos hermosos que tienen un invisible tajo en la shilaba por donde deslizarán la mano para activar una bomba sin par; es venganza en nombre de Alah.
Hay algo monstruoso, dice, y no sabe precisar si es la luz temprana cayendo entre los árboles sobre el busto de Evita en medio de la plaza o si es un recuerdo de infancia de una bicicleta oxidada, o si es la luz sobre la polvareda que levanta el paso del sulky al mediodía, y los perros que ladran, o la añoranza entrando sin permiso cuando un rato antes leía a L Ortiz, casi a la hora de la siesta.
En 15 minutos el malestar sucumbe y las imprecisiones de su memoria alborotada e incisiva se han llamado a silencio. Algo del ser abierto que lo invitaba a los ponchazos claudica.
Habrá que volver a esperar.
Cuando estoy en la clínica –me dedico al psicoanálisis hace treinta y pico años- no soy adeptx a raíces, ni a árboles genealógicos; pretendo sacudidas, despertares, satoris, anomalías, huérfanos, híbridos, productos abominables. La clínica es como la escritura que me atraviesa, producto de una experiencia de lenguaje, una experiencia de lenguaje es aquello que va a quebrar cualquier posibilidad de sentido fácil, es lo que mueve un punto de encaje y nxs hace trastabillar en la lengua materna, lo que significa que empuja a cuestionar involuntariamente una zona de identificación en la lengua con la que el YO se obliga para incluirse, siempre eclipsado, en un modo social en el que no es representado; un yo trastabillado no puede entrar al mercado, porque el mercado tiene otra ley, asume un soporte cuasi perverso, con lo cual tiene que hacer una maniobra terapéutica, y no psicoanalítica, en contra de la angustia que es La condición de lo humano, entonces, se trata de una maniobra que aplasta al sujeto destituyéndolo de sus pliegues.
El mercado (y evóquese en esta palabra los reflujos de la derecha, los capitalismos tardíos o tempranos, las operaciones libertarias reptilianas, las tecnocracias, meritocracias y metástasis bursátiles y burócratas, -siguen los etcétera en esa línea) el mercado, digo, tiene que entretener-nxs, tenernos entre sus- esa es su Ley, su ley perversa, la que narcotiza el deseo, lo que mantiene la cosa real en suspenso, agazapada, alejada de nosotrxs a distancia obligada; aunque de todas formas, en alguna de las vueltas eso salta y se nos viene encima, y como ese gato encerrado que desestimamos en las noches, desde alguna rama del árbol se arroja y nxs desgarra la piel de brea y el hombro respira el ardor de las cosas.
El modo que asume la violencia aquí o allá, se advierte en los productos masivos y virtuales que mantienen aplastada o suprimida a la horda planetaria; esa violencia alisa las texturas de la angustia, copta los últimos coletazos de la subjetividad y evita cuestionar las maneras en que lo humano y su condición trabaja en cada unx.
Hay un modo del yo es nosotrxs que no habilita las diferencias, sino que masifica a tal punto que todxs somos Google.
Ese plural es una grandiosa patología neoliberal
[1] Alejandro Schmidt, 2016. Otros rayos. Editorial Borde Perdido
[2] Lispector, Clarice. 1964 La pasión según GH
[3] Entrar en la espera, es también darse a la experiencia del tiempo, librarse de la asepsia que esta época impone, cómo así de también de la búsqueda irrefrenable para instalar e instituir una cápsula de pura vida alimentada por costosas fórmulas reformuladas como fluoxetina/duloxetina ad libitum para esta sociedad depresiva (Elisabeth Roudinesco, 2000), configurada por sujetos en descomposición que maman del Netflix, Internet, Virtualidades, Likes, como del propio ombligo donde NO se anudan los sueños. Porque si hay algo más esquivo para el soñar de estos días es el Ombligo del Sueño, instancia abisal que indica que YO no es YO. Relámpago que muestra cómo el Yo es una reducción, una síntesis dolorosa de un vastísimo territorio irrepresentable, inasimilable e incuestionable para cualquier cuerpo bajo identidad única de sentido normativizado.