Desierto
-una lengua no humana [6]
¡ven, quien quiera que seas, ven!
Aprende la lengua de quienes carecen de ella.
Rümï
Dicen que en el desierto los animales encogen el corazón como un mal augurio. En los innúmeros ríos de arena que jamás se aquietan, como una danza yerma e irrefrenable a la que se rinden, lo animal comprende la voz que llama a lo humano;
y aunque aquello no sepa descansar el paso bajo un cielo de fuego, y aunque la vastedad se atraviese sólo con ahogo, lo animal será testigo de quienes acudan a mares secos para hundir pliegues delicados de súplicas, en cuevas calladas de oración y espera.
Así lo humano en lo animal comparte el pan que ayuna y las infinitas maneras con que se nombra la ausencia.
El desierto ama en la vacuidad de las cosas, en los espejismos de sal que engendra en sus caminantes. La experiencia que no abduce es la voz que no se une al dios, un resto que duele en el desborde de esa búsqueda fallida: lxs amantes no se funden con el Amado. Toda un ingeniería amorosa y pasional en medio de la nada y de la sed
te busco, dime cómo, como quieras, como sabes, ten piedad.
Expatriadxs para encontrarle, la voz es roída por demonios que laceran los días. El dolor mortifica y fortalece. Una moneda de cambio. Visionan que los espíritus corrosivos de la carne están cercanos al dios que no traducen; pareciera que aquellos se tratan como de igual a igual. Pero el guardián proclama la diferencia ¿Quién como Dios? Nadie como Dios.
En el retoño de lo que siempre retorna vuelve a caer el Ángel Hermoso capitaneando legiones seducidas al abismo. Ese que clama bate una espada ígnea en lo alto y activa la épica más intemporal alguna vez narrada, una batalla tan humana que le obliga a celar la última puerta del Dios de sus ojos.
Ammas y Abbas cruzan arenales con el corazón sigilado en la boca; atienden sin par al nombre de pila de los astros que salpican la vía láctea sobre el filo de las noches; se afirman bajo la luz que proyecta una sombra lunar delante de sus cuerpos febriles, caminan donde camino no hay, en lo sin igual de un paso que va detrás de su propia sombra como quien inaugura la búsqueda de la negrura del ser, zona de disolución donde la conciencia eclipsa y el cuerpo libera de la jaula y su pájaro:
Es la memoria, es el lenguaje.
Buscan perderse en Dios, pasar de lo singular a la unidad; una pluralidad única.
Dios Plural: es unx es tres es infinito.
¿Qué es el mundo? -perplejan
El mundo es pensar que aún estamos en este siglo.
Recogimiento será dejar caer la lengua familiar, la memoria que en ella se comparte como un fósil, una operación de ida sin vuelta sobre el tiempo que abandona. Será abrirse a una experiencia de lenguaje, en donde cuerpo y memoria vacilen al desencajar la historia en la que se abroquela una identidad enraizada; un corrimiento tal propicia transmutar a lengua viva, nómada, preñada en silencios, cauta y opaca, diversa en sus registros, babélica, polisémica, indómita; habrá que volverla extraña de sí, liberta, despegarla de la piel en los cuerpos que ha configurado en la obligada rutina de los días; porque el orden que oprime es por lengua que cansa, la carente de brisa o tempestad en el claustro de su uso.
Hay un modo de la historia que cristaliza el pasado, cuando la lengua carga la historia de esa forma, la memoria es un lastre muerto.
Recuerda que eres extranjerx todos los días. No sea que un viento quemante y violento destruya los frutos.
Recuerda que no eres, no eres, ni de esta tierra ni de ninguna otra; tu extranjería es permanente, eres un exilio de Mí. Eres MÍ. No eres mío, eres Mí. Y a Mí debes volver porque Estoy-Soy en Ti. Soy quien debo volver. Somos el Uno Incontable. Esta es la comunión de los santos. Tiemblas de olvido porque has construido una memoria desangelada, la madre rectora del tiempo. Por eso cuando el encuentro ocurra, será con la voz intraducible e impronunciable. Y cuando quieras dar testimonio con tu modestísima herramienta, desvanecerás el misterio, porque el cántaro no contiene el océano.
Ese es el don de la boca en flamas, las incontables lenguas inflamadas de Dixs.
El don de lenguas.
El tiempo fuera del tiempo.
Tu espíritu habitante, a quien no has conocido.
El huésped que anfitriona.
La lengua poética
Ensamble: Lispector <> Jabés <> Agamben <> Hildegard
Provengo del desierto, como se proviene del más allá de la memoria.
Como vos, desciendo del desierto como de una memoria extranjera y remota; de esa salvaje y azul lejanía, que apenas es una marca intermitente en el cielo poblado de satélites humanos, nuestrxs ancestrxs donaron la voz a nuestra escucha confusa, y hoy el silencio se adquiere en los mercados como una viscosidad que se adhiere a los poros, sin embargo, aún así, ciertos días de gracia, la voz labrada de silencios nxs transverbera como la luz velocísima de una estrella apagada,
y viaja hacia nosotrxs como muerta la lengua adormecida,
atraviesa los océanos del tiempo de la espera; viaja como vos y yo y nxs en la tarea del machetear y desmontar la selva bursátil cargada de cemento y palabras secas y vacías.
Desciendo, como vos, de una lengua muerta
y desciende en cada unx para que el corazón malherido resucite.
Porque sólo tenemos de Dixs lo que cabe en nosotrxs.[7]
El lenguaje es mi esfuerzo humano. Por destino tengo que ir a buscar y por destino regreso con las manos vacías. La nostalgia no es el Dixs que nxs falta, la nostalgia es de nosotrxs mismos. Por destino tengo que ir, por destino regreso con lo indecible. Lo indecible me será dado solamente a través del lenguaje. Sólo cuando falla la construcción, obtengo lo que ella no logró. Todo estará en mí si no soy, pues “yo” es solamente uno de los espasmos instantáneos del mundo. Mi vida no tiene un sentido solamente humano, es mucho mayor, es tan grande, que, en relación con lo humano, no tiene sentido. Sólo realizaría mi destino humano si me entregara, a lo que ya no era yo. Entregarme con la confianza de pertenecer a lo desconocido, es esa una entrega real. El sentido de una pertenencia a lo desconocido. La confianza a esa extranjería, como una legión indecible que me habita. Yo era ahora tan grande como paisaje lejano. La vida me es, y no comprendo lo que digo. Y entonces adoro…
El aura del encuentro
Antes o después del encuentro la felicidad orbita.
El encuentro ilumina la zona y produce un éxtasis de ceguera, un fogonazo que dura lo necesario como para advertir el misterio y traducirlo. Lo que no admite retranscripción orbitará como la luna a la tierra, en permanente caída hacia nxs, un resto perfecto de intuición de haber sido otrxs, memoria que nos pertenece sólo porque nunca le pertenecimos; esa es la presencia, una irreparable extranjería: corazón de la añoranza, melancolía de una lengua perdida que late en cada experiencia de lenguaje.[8]
¿Qué memoria inaugura el tiempo en que no éramos quienes fuimos? ¿qué memoria inaugura la lengua de infancia, la escuchada sin comprender, la que invita como un oleaje marino que envuelve nuestrxs pies orillados, y nos adentra de intuición, intensidad y sutileza? ¿Quiénes fuimos en ese tiempo de olvido irreparable y fundante, quienes fuimos así de abiertos, con la percepción oferente?
Nadie habla solo, también habla el universo. Todo habla infinitos lenguajes[9]
Esa forma del pasado nunca pasado, del pasado ya no vivido, del pasado que esta siempre por venir, hace espesura cuando el presente ha movido su punto de encaje, sólo así en ese corrimiento extremo que disuelve el dispositivo yoico con todas sus políticas lineales y neoliberales, para alojar reliquias inconclusas de otro tiempo, y como planteara Freud, y resonara en Agamben, reconocer antiguas leyes en desuso en una hechura de lenguaje impedida, una materia trunca en su movimiento hacia nosotrxs que a veces bisbisea con su lengua perdida, ensordece con lengua totalitaria o destella con una no nacida. Así, por ejemplo, se abre y zambulle a la Lingua Ignota Hildegard von Bingen para alabar con palabras no humanas el nombre de Dios derramado y genesiaco sobre las cosas del mundo. No es una invención especulada, sino una lengua ignota revelada bajo un estado de conciencia abierta, la recepción de un don .
El que Es Sin defecto y Grande, ha tocado justo ahora una pequeña morada para que se vea un milagro y pueda formar letras desconocidas, y pronunciar una lengua ignota y también tocar por sí misma multiformes y armoniosas melodías.
Carta de Hildegard al Papa Anastasio, 1153
Ubi tune vox inauditae melodiae ? et vox inauditae linguae ?
¿Dónde sonará la voz de tu inaudita melodía?
¿y dónde la voz de tu lengua inaudita?
-Volmar a Hildegard, a modo de invitación para que deje registro de estos sucesos.
Quien recibe tendrá que dar, porque dar es un modo de devolver la gracia.
El estado de gracia es la experiencia de un desborde, zona de licuefacción yoica, nigredo. El arte y la mística conocen su refulgencia, su extrema intervención en lo corporal en un arco casi ilimitado que va de los estigmas a las bilocaciones, de las premoniciones a las experiencias de tiempo detenido, del control sobre la materia a la sanación de enfermos, de un fuera de genero salvífico …; los sujetos -tantísimos- que hicieron el pasaje experiencial testimonian -cuando la afasia sucumbe- un estado de pertenencia a algo que los excede, una pertenencia desbordante y radical, una conciencia de pertenencia ilimitada.[10]
Desgraciarse, perder la gracia, cercenarse al yo, anclarse a ese espasmo mundano, suturar la angustia, olvidar que la angostura es una lengua divina, hablar con la lengua de los regímenes totalitarios, con la modalidad del yo supremo de la meritocracia, con la vaga meditación de la New Age como revival de la franco masonería, replicar adoctrinamientos discursivos, amordazar el cuerpo, anestesiarlo en botox, obligarlo en hialurónicos, trotar, sudar, trotar en la asepsia inigualable de la jaula del hámster para ver de a ratos la marcha del pueblo de la memoria en llamas desde la altísima ventana espejada y sellada con blindex.[11]
Hay quien dice que la tristeza es hija de la impotencia (entre otrxs Deleuze cuando reescribe a Spinoza) y hay quien agrega que la impotencia es el dolor de entrar en el lenguaje, como quien abandona una magia anterior, un modo de la existencia cuya textura y materia tiene la forma de una felicidad que luego nos orbita como un recordatorio extremo de haber sido otrxs. Estxs que aquí dialogan consideran que la felicidad es huidiza no tanto porque no se deje atrapar sino porque no se puede decir, porque la traducción que hacemos de ella en nuestras ansiosas y crispadas lenguas resulta desbordada, y cada vez que se la quiere nombrar se la desordena,
y finalmente se la descompone.
La felicidad no está en la otra orilla (tal como se le atribuye a Kafka en su discurrir), ni en la otra punta; sino en la punta de la lengua, borde mágico donde la cosa nunca muerta es bañada por el mar de la palabra o por un poquito de saliva. Por eso se dice que la lengua es melancólica, porque tiene un corazón que añora la magia intuida y abandonada.[12]
Notas al pie:
[1] Victoria Cirlot, Hildegard Von Bingen y la tradición visionaria de Occidente. Editorial Herder. 2005. La cita refiere al texto de Gertrude d´Helfta
Immensum pelagus divinitatis introrsus in pectore
Cristo y San Juan, Antwerp.Museum Mayer van den Bergh
Un tiempo después vi una visión maravillosa y misteriosa, de tal modo que todas mis vísceras fueron sacudidas y apagada la sensualidad de mi cuerpo. Mi conocimiento cambió de tal modo que casi me desconocía a mí misma. Se desparramaron gotas de suave lluvia de la inspiración de Dios en la conciencia de mi alma, como el Espíritu Santo empapó a san Juan evangelista cuando chupó del pecho de Cristo la profundísima revelación, por lo que su sentido fue tocado por la santa divinidad y se le revelaron los misterios ocultos y las obras, al decir: "En el principio era el verbo" Hildegard Von Bingen
[2] “Hacer metafísica con el lenguaje hablado es hacer que el lenguaje exprese lo que no expresa comúnmente; es emplearlo de un modo nuevo, excepcional y desacostumbrado, es devolverle la capacidad de producir un estremecimiento físico, es dividirlo y distribuirlo activamente en el espacio, es usar las entonaciones de una manera absolutamente concreta y restituirles el poder de desgarrar y de manifestar realmente algo, es volverse contra el lenguaje y sus fuentes bajamente utilitarias, podría decirse alimenticias, contra sus orígenes de bestia acosada, es en fin considerar el lenguaje como forma de encantamiento. Artaud, Antonin. El Teatro y su Doble. Traducción de Enrique Alonso y Francisco Abelenda. Editorial Sudamericana. Buenos Aires 1964
[3] En orden de aparición, en itálica, líneas de: Un soplo de vida, Clarice Lispector; Del desierto al libro, Edmond Jabés.
[6] Versiones, lecturas y traducciones posibles de los apotegmas de las madres y padres del desier-to de Escete. Siglo IV y V. d.C. Por orden de aparición, en italic, citas reversionadas de: Martí Avila i Serra/ Abba Macario/ Refiere a San miguel Arcángel > Ut qui Deum non sicut Deum./ Abba Isaías./Abba Aghaton.
[7] Clarice Lispector, 1964. La pasión según GH. El Aleph. En traducción de Alberto Villalba (2000)
Texto y párrafo siguiente intervenido. El párrafo elegido finalza así : “ Y entonces adoro.”
[8] La felicidad siempre está amenazada; el sujeto de la felicidad sabe más de la amenaza que de la felicidad misma, la felicidad para el sujeto de la felicidad es un enigma que acaso mejor ni decir para que no disuelva su magia. La palabra atenta contra la felicidad: la felicidad es en silencio, en un silencio secreto, que siempre se rompe, porque nunca nos cabe en la boca. Si el éxtasis admitiera un sujeto, sería un sujeto del limbo; un límbico sujeto, orbitado y orbitante, resarcido de amenaza, porque en el limbo la amenaza no cuenta, tampoco cuenta la culpa, ni la pérdida, ni los nombres, ni dios porque “Dios esta con los que no piensan”. El éxtasis es el encuentro. La palabra poética su aura. Vanesa Guerra, 2017. Walser, traductor del limbo. (En italic la autora cita a Robert Walser en Jakob von Gunten.
[9] Nicolas de Cusa, citado por Victoria Cirlot. Algunas líneas después agrega: “… la naturaleza constituye por tanto el punto de encuentro entre un yo que se abandona y una exterioridad que se torna íntima” . La visión abierta, 2010
[10] Hno. Steindl-Rast David, 2020. Mirar. La pertenencia que experimentamos es ilimitada y no se reduce a los seres humanos, por el contrario, se abre a los animales, las plantas, el planeta, todo el universo (…) Plegaria: Si tan sólo pudiera sostener mi taza de té tan atentamente como la ardilla sostiene su nuez.
[11] Recuerdo en 2018 una escena que se recorta de una marcha a la plaza; avanzábamos por la diagonal norte y mientras lxs de abajo ya intuíamos la corrida, alcance a ver un Gym en las alturas de las cúpulas del microcentro y un trotador de cinta en su opacea silueta blindada en el ventanal, casi entrando la noche.
[12] El último párrafo pivotea sobre Magia y felicidad. Profanaciones. Giorgio Agamben 2005 AH Editora.
Fin de la segunda parte
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