Proyecto Brea
Ideas para diluir la brea viscosa que ungió a nuestrxs cuerpxs
Reseña
Despellejarse la piel del Amo será escribir y pensar con otrxs para tratar el problema.
La
urgencia:
La lengua
del Amo se vuelve sobre el yo y lo violenta. Inocula formatos disciplinados,
vivencias en tiempo lineal que narcotizan la historia para ungir nuestrxs
cuerpxs asfixiando la lengua con la que respiran.
Existir
con tanto ahogo no tiene caso. Habrá que probar la potencia de la lengua
tajeando el látex que nxs recubre.
Comentario
preliminar
Estas
notas buscan agitar al cuerpx poéticx en el que se ensamblan a modo de diálogo
e interpelación fragmentos de los libros que siguen escribiéndose en mí: Walser,
traductor del limbo (Bajo La Luna, 2017); La sombra del animal (Bajo
La Luna 2008); La lengua del desierto (Buena Vista Editora, 2020) ¿Dónde
tienen la boca estos peluditos? De
próxima aparición en Editorial Tren en Movimiento.
Las ideas
no se escriben de una vez y para siempre. Se cultivan, estallan y nos
transmutan.
Estas
transtextualidades e intertextualidades están al servicio de revisar la
depresión social de la época y su posibilidad angostísima de moverse hacia otra
materia
que active la angustia como zona de pasaje y acaso
como
laboratorio para un devenir de la lengua poética, es decir, entregarse a una
experiencia de lenguaje que nos restituya la voz no mercante, a cada quien,
entre cada quien, en este mundo y con esta tierra.
TRAMA ABIERTA
Pensar con otrxs
Martín Glozman <> Vanesa Guerra
Leo un trabajo sobre el riesgo, un elogio, un afán por vivir
como si no estuviésemos muertxs. La autora interpela a esa forma zombie que ha
tomado sin más nuestros días, pese a que La vida se ofrece a nosotrxs tramada
de riesgos, intuiciones y pasiones ignotas.
Esta lectura a la que me fui entregando en los días de mayo
es una experiencia conmovedora. Cada vez que levanto la vista del libro, estoy
agitada, pero no es una interrupción, es la lengua de mi cuerpo en el aire lo
que también conversa, somos tantas. En la respiración del texto imagino a su
traductora; aprecio su desborde, el temblor, su balbuceo, la sed. Atiendo a esa
suerte de alquimia que ocurre en el pasaje de una lengua a otra. Ahora pienso
en la autora, en la inquietud de darse a las voces íntimas e inúmeras que le
habitan; sí, pienso en Anne, en Anne Douformantelle entrando decidida en el
mar, y ahogándose al salvar a los niños.
Pero eso ocurrió tiempo después de la escritura de este
libro, me digo ¿por qué se mezclan los tiempos? y aún ¿por qué querría
desmezclarlos? ¿desde cuándo el tiempo es una experiencia lineal en mi vida?
Ey, vamos, su letra es más que un oleaje en la orilla, es una materia
incandescente como los mares de lava danzando sobre las cosas. Ahora siento su
disposición de amante, imagino la escucha con la que supo hospedarse a sí misma
en esa zona donde nunca se sabe quiénes somos. Acaso sea eso escribir. Ahora la
veo suspendida como una buena equilibrista, dichosa de un no saber, de un no
saber a la manera de un estar en lo abierto: un habitar lo abierto, una
invitación real a permanecer entre lenguas.
¿Podremos tomar esa invitación? ¿explorar las texturas del
riesgo y en esa pasión que hace a la letra, transustanciar los egos como
quienes se arrojan al mar para salvarse?
Pienso en tu libro Martín, en Salir del Ghetto, en cómo
habrá sido la piel de la voz en su temblor ante las formas del riesgo y su
exilio; pienso en esa extranjería permanente a la que nos convoca cada vez la
palabra.
A modo de obertura, para Elogio del riesgo, Anne abrió con
un verso de Platón:
El riesgo es bello
y debajo a la manera de un diálogo, Kierkegaard contesta:
El instante de la decisión es una locura.
*
Arrojarse al mar del ego como una escritura de la que se
quiere trascender para salvarse con el otre, más allá de la historia personal.
Vivir lo abierto de voces y fantasmas que parecen ir más allá de los límites de
la vida y la muerte, espacio al que se visita y que genera angustia, donde hay
necesidad de preguntarse quién somos, y no poder definir.
Sufrir esa abertura que no se opone a nada ni a todo, o a un
otre con quien hubiera que discutir sobre algo. Organizar lo propio en
oposición a lo ajeno es un camino común, una tendencia. La intimidad es
redonda, cita Cirlot en la Conferencia que me referías el sábado en nuestro
almuerzo acerca del cuidado de sí.
Durante la mañana pensé en el riesgo. Me llevó tiempo la
evocación. Pensé en muchas acepciones. El riesgo del decir veraz de Foucault.
Pero también el riesgo de hablar con el otre, involucrase, intercambiar el
credo propio, los relatos, las tramas, miedo a perder algo, ahogarse en el río.
Por qué asumimos riesgos, por qué nos hace eso inestables.
Son voces complejas que abren a otros interrogantes. Hacerse
amigue de la imagen propia. Poder volver al instante del pecado de la
diferencia, hacerse cargo para hablar de eso, y si hace falta recibir las
culpas. Pero es posible preguntar si el que juzga también está haciendo su
proceso, ¿se hace cargo?
Valoro la amistad, mares abiertos donde las voces cuerpo
circulan. Tramar una voz que es sentimiento, vida y afecto. Apertura en los
ríos difíciles. Cruzar orillas. Sanación de la herida.
Voz apurada por hilar el sentido. Buscar en esta trama la
calma.
Fui al jardín
Sentí el perfume de las rosas
una vida nos entrama
los muertos se liberan
yo recuerdo a mi abuela
y vuelvo a sentir
la herida que cura
ayer mencioné al médico homeópata
algo de Quirón, vinculado en la astrología
con aquello que nos permite curar con lo que enferma
escribir como una metáfora que siembra en el jardín
recorridos del espíritu
un entramado como un tapiz en un desierto
en una carpa
un encuentro
fugaz
como el oro
en polvo
cae de las manos
igual que la arena
en una vasija
también dorada
la fe
la confianza en el otre
es conmovedora
Vane ayer escribí un texto desde un lugar de angustia que
pensé que por ahí te podía compartir mientras esperaba que vos me escribieras.
Tu texto cambió mucho el giro de lo anterior. No sé si me animo a compartirlo.
Es poco armónico, siento. Decía allí que mi deseo no se realiza, sino el deseo
del otre y que eso era causa de dolor, separación y sufrimiento.
Me animo a copiarte lo que escribí ayer porque siento que me
realiza en la posibilidad de hablar de lo que duele y que explica desde una
entrada posible la sensación de que estoy al revés.
“1
Es lunes, son las 12 del mediodía pasadas, me toma una
suerte de angustia en la que siento que hay una barcaza que se hunde y que no
tengo registros de seguridad. Solo puedo escribir de esto y de esto es de lo
que tengo necesidad de escribir, pues una desconfianza me acecha también, sobre
mí y sobre les otres.
Es un hueco en el esternón por donde se hunde un barco y yo
mientras tanto trabajo en el escritorio. No sé si puedo hacer ajustes externos,
cuáles. Siento que sí.
Pienso en la falla interna y constitutiva del deseo. No
deseo yo sino les otres.”
Vi recién la charla de la presentación de mi libro sobre el
dialogo en Familias y Parejas. Fui de frente con el tema de incluir lo excluido
y esa fue la posición en la que quedé. El grupo habló de la violencia y sentí
que hablaban sin explicitarlo de la interacción que estábamos teniendo. Es una
visión muy difícil. Por ahí requiere de más contexto para que se pueda
transmitir. Creo que no estaba conectado y no pude tomar en cuenta las
advertencias para dialogar con eso en tiempo presente. Seguí solo con mi discurso,
como si hubiera subestimado lo que me decían sin entenderlo.
Comparto con vos, Vane.
*
Martín, esto que articulás entre el cuidado de sí y el
intercambio de credos propios, o lo que bien podríamos llamar relatos de sí, me
lleva a contar que una vez tuve un amor delicado. Ese amor me recordaba día a
día los riesgos a los que no iba a atreverme. Ella, vamos a llamarla Tsu, decía
con su manera suave de interpelarme que cuando estamos frente a una amada
contamos la historia de nuestras vidas de un modo distinto a la última vez que
amamos. Me parecía escuchar entonces que hablaba de una suerte de compulsión
amorosa por relatarse; una manera errática y siempre nómade. Cierta noche me
confió que antes de conocernos había querido imaginar el momento futuro en el
cual ella volviera a hablar de sí con el corazón abierto. Finalmente dijo que
no había podido imaginarlo, porque faltaba del cuerpo la agalma que causa a un
decir, o la que nos causa a hablar o en un tropiezo a besarse en un gesto
imprudente que acalla las bocas. Pero quizá, también pudo querer franquearme
que lo no imaginado se hizo sentir en ella como un vacío en el centro de su
cuerpo, y que ese vacío doloroso no fue menos verdadero que las palabras con
las que me contó algunos fragmentos de su historia, que brillaban incesantes el
día que nos conocimos.
Había una felicidad, una exaltación que iba enhebrando las
escenas. ¿Por qué tanto fulgor en su decir? ¿por qué semejante encantamiento?
¿sólo porque ahora había una destinataria encarnando el vacío? ¿una
destinataria para cada una?
En el tiempo de la separación me pregunté tantas veces cómo
habríamos de contar la vida sin una escucha destinada y delicada como la que
supimos darnos. Una respuesta que entonces creí encontrar fue: será otra vez su
cuerpo doliendo como un vacío, en ella o en mí.
Pero el tiempo desmorona las respuestas y trae afirmaciones
o hechos que redoblan las cosas que no siempre suenan como campanas: una tarde
en Palermo encontré en la enorme mesa de la Librería del Pasaje una novedad
firmada con su nombre (para nosotrxs Tsu) La novedad es un libro sobre su vida.
Al azar, horadándose el cuerpo a la altura del esternón (porque también allí
hay una boca y su lengua brama) lo tomé y lo abrí para leer a modo oracular el
I Ching compuesto por quien fuera mi amor-delicado. Hay que cerrar los ojos
para llevar a cabo esas proezas, apretarlos fuerte y sostenido como en un deseo
y dejar caer el índice en la página, para clavarla como a una mariposa en su
alfiler y así ver dónde el destino que no es destinatario quiere mostrar la
lanza que sangra. Así fue que dí con un texto dispuesto con las mismas palabras
con las que me había hablado y contado un fragmento de su historia, una noche
de otoño, tantos años atrás.
Ya ves, lo nómade quedó capturado.
Pienso que todxs nos contamos distinto hasta que nos
repetimos sin fin. La diferencia será entonces una aguja en el pajar, y
encontrarle, será como despertar.
Hay un modo del encuentro que es el destiempo. Todo puede
ser una gran tontera a su lado; a la vez, son los modos del amor y del vacío
los que empujan escribir. Una escritura así es un riesgo a considerar.
Digo, vuelvo a mi amor claudicado: nunca hubo interferencias
entre nosotras: de su vacío al mío sólo una buena cantidad de páginas escritas
que aún no leí.
Hoy rehago mis votos: leer es otro riesgo necesario.
Dos cosas:
Al respecto de lo que planteás como exclusión:
Me gusta cómo lo insinúa M.S.C. en Inclúyanme afuera. En el
mejor de los casos, para mí, esa figura topológica funciona en cada quien así,
o también asá: Exclúyanme adentro (como si cada unx se lo dijera a sí mismx, a
sabiendas que un sí mismx es siempre un cúmulo de infinitas voces, una
multiplicidad vibrante. Hacerse escuchar entre infinitas voces es un trabajo
que vale la pena. -acentúo pena porque siempre duele-)
La intimidad es redonda <3
*
Es la escritura una danza entre el azar del sentido y los
cuerpos del otre, que se mueven, van y vienen, desean en la forma del
encuentro.
Uno es uno y sus circunstancias. Yo no estoy en paz. Vacío
el sentido, encuentro dónde está el otre, y me dejo llevar en esta noche plena
de abundancias, el fuego, una copa, aceitunas, y mi pipa. Abro y convoco el
ritual de los espíritus. Me siento bien encerrado en esta apertura que busca atonar
con el sentido común.
Sobre Sun Tzu escribí ayer en unas notas sobre la charla que
comentaba. En la filosofía de la guerra menta el azar de todo, los miles de
relatos, los miles de aspectos a tener en cuenta, las variables infinitas y sus
puntos de vista en la mesa redonda de oficiales antes de una batalla.
Vacío es el final, vacío es el principio.
Ahumada la verdad queda en los pechos palpitantes de la
noche, las estrellas, el frio cala del otoño, honda es la experiencia
compartida. Tener una amiga, tener una amante, tener una piel que refiere el
absoluto que se comunica con el otre dejando huella para nuevos destinatarios.
Absoluto el encuentro metafísico de huellas en la casa vacía de la noche.
Absoluto el cielo estrellado.
En la filosofía de Sun Tzu todo es posible, pero gana el que
tiene tao.
Con eso quiero decir que hay una ética. Profunda. Que se
puede aplicar en pequeñas cosas del día a día, discutibles, imperfectas, pero
que la ética es guerrera, había una vez un hombre que fue a cazar su presa con
arco y flecha, y cuando la vio la mató, directo al corazón, ese emblema de la
armadura, es un símbolo de la carne del otre, la carne de Cristo, con eso
quiero decir, el emblema del corazón, ya no hay palabra, es una carne que se
comparte, es la vida palpitante en los confines donde empieza la muerte, en
esta ventana, donde todes están reunidos. El lenguaje inclusivo de les muertes.
Y les vives. Nosotres. Ustedes y nosotres.
Se cortó ahí, me acordé de las cartas de San Antonio Abad.
“Hay un modo del encuentro que puede ser el destiempo”. Qué
amable, qué abierta concebir que el desencuentro es una forma amable que todos
vivimos, que está presente, verla de frente. Como el infierno de la conexión.
Vacío el pecho de tu amada que habló de corazón. ¿Qué es el
destino? ¿El azar del I Ching que designa lanzas sangrantes parece indicar el
azar de la vida también como destino? Qué es el destino profundo sino una
construcción paso a paso, arbitraria, llena de decisiones “que son la locura”.
Tu vacío, mi vacío, su vacío, se conectan por ahí en la plenitud del corazón
sangrante, en el calor del ambiente, el hogar, los cuerpos, la temperatura
mamífera del amor. Y un discurso que nos conecte, un contexto, una construcción
que es social y colectiva, camino, las huellas que nos unan.
Existencial el vacío no es una falta sino una plenitud
interrumpida. Existencial, el vacío, es la única posibilidad de existir. ¿Qué
vende usted? ¿Conectar con eso? ¿Y cuánto sale? ¿Cuánto se puede perder en ese
negocio?
Correspondencia.
*
Sí. Encuentro correspondencia: Creería que la angustia es
una variación de lo onírico.
Contar la angustia: veo y escucho tu barco hundirse en el
pecho. Sí, es un ramalazo a lo Pizarnik. Sí, tiene la cadencia de los sueños
narrados al despertar, anotados a la ligera como quien trata de atrapar un
fantasma. Martín, los sueños que la angustia enhebra se asemejan a una lengua
divina y oracular. Así se manifiesta el afecto que angosta la voz y estrecha el
camino cuando se va a dar el paso; su latido es como una patada al espejo en un
cuarto pequeñísimo; el movimiento ha de ser preciso, desobediente: la angustia
tiene un corazón valiente, siempre anda precipitando las cosas, y ya ves,
después del golpe de gracia que el pie arremetió contra el espejo (en el que
nos miramos con ardor) habrá un tris del yo que despierta entre las trizas de
partículas estalladas que obligan a entrecerrar los ojos; un franco desaire al
capitalismo, la meritocracia nos deshecha fuera del compost. Debiéramos
confiarle nuestros afanes a nuestros sueños más hondos y hundidos, vos viste,
no es que proponga en estas líneas ejercitarnos en la angustia, tampoco busco
una apología del dolor, pero las texturas de la angustia son infinitas,
anómalas, bellamente deformes. Si se pudiera atender, si pudiéramos
experienciar ese tempo del paisaje lunar, esa extranjería crepuscular y silente,
si se pudiera atender a eso que exuda la voz que espera, y seca o quita la voz
que desespera, si pudiéramos, en vez de atender al llanto infante del yo, ese
tristísimo desamparo, ese dolor ceñido, ay… creo, querido amigo, que seríamos
más angélicos que terrenos, más mamíferos que civiles. Lo digo en el sentido de
animarse a una lengua diversa, animarse al riesgo de una lengua enoquiana.
¡Enoc! Bendícenxs
(Enoc a quien Dios llevó con Él, para evitarle la muerte y
su dolor terreno, fue bisabuelo de Noé y su arca salvífica. Cuentan que recién
nacido abrió los ojos y todo el lugar se iluminó con su mirada. Siempre
creyeron que no era humano.)
MD escribe en su Estrella negra: Me imagino que la muerte es
dolorosa. No puede ser de otra manera esa salida del cuerpo, cruzar la materia.
Para la tradición cristiana el cuerpo y su carne gestan el
pecado de corromperse en el sentido único de perecer: morir sin trascender.
El placer y la alegría vital no son el problema, sólo es un
déficit que con dificultad y agradecimiento se alcanza, se salda.
Las cuentas deben ser claras.
El pecado es la tristeza, un dolor por no recibir la Vida
que siempre es un desborde porque el cuenco no la contiene.
La neurosis de ser para la posteridad es hija del Capital.
Has de tener la mente en el Cielo y los ojos en la Tierra,
dice Pío de Pietrelcina. Tu deber siempre será Político, esto nos implica con
otrxs y nos amasa en el barro.
Lxs cuerpxs son inúmeros en su alegría.
Como dijo Macedonio Con tanta postergación me quedo sin
posteridad (lo último que quiso el bueno de Macedonio era tener lectores que le
amemos hasta el final de los días, -esos días oscuros que nos prometió Fátima,
cuando urja tapear y cerrar ventanas para no vernos espantados rogándonos desde
afuera y queriendo entrar-).
Amigo, el futuro es hoy.
*
MIRO EL FUEGO. ESTOY VACIO DE PENSAMIENTOS. LLENO DE
EMOCIÓN.
PIENSO EN LA MUERTE, ES PARA MI UNA DICHA QUE ESPERO. AMO LA
MUERTE. ENTIENDO EL DOLOR. YO SIENTO MUCHO DOLOR. Y MUCHO MIEDO. TENGO MIEDO A
CONECTAR CON OTRES. POR ESO DESPLAZO LA MIRADA AL SALUDAR A MIS VECINOS. ESO ME
GENERA DOLOR. LA MUERTE ES EL ALIVIO QUE ESPERO. HOY PENSÉ HACER UN CURSO DE
PROTOCOLO. NO SÉ CÓMO SON LOS PROTOCOLOS DE LA MESA. NO ME LO ENSEÑARON. QUIERO
SABER LAS REGLAS PARA PODER DESPUES JUGAR CON ELLAS#. HAY VANE UN PROTOCOLO
INCLUSIVO? Lo escribimos?
DOLOR ES EL QUE ESPERO QUE ME ENSEÑA A CURAR CON EL DIÁLOGO
LES OTRES. CÓMO ESCRIBIR CON DOLOR. CÓMO ESCRIBIR SIN DOLOR. LA MUERTE SERÁ
DOLOROSA, DOLOROSO ES VIVIR. DOLOROSO ES APRENDER, POR ESO QUEDA SELLADO PARA
SIEMPRE. EL ÁRBOL DE LA VIDA ES DOLOR, EL ÁRBOL DE LA VIDA QUE ESCRIBIMOS
JUNTES QUE TRASCIENDE LOS LÍMITES DE VIDA Y MUERTE.
EL FUTURO ES HOY, QUERIDA AMIGA. EL ÁRBOL DE LA VIDA SE ESTÁ
ESCRIBIENDO AHORA, EN ESTA OBRA. NO SÉ QUÉ PASARÁ DESPUÉS. SI PASARÍAMOS A LA POSTERIDAD.
TRASENDER A LA MUERTE, UNA ANGUSTIA EN MI PECHO, LA PREOCUPACIÓN POR EL DESPUÉS
NO ES LIBERTAD. EL GUSTO POR EL PRESENTE ES REALIZACIÓN. Me encuentro a mí
mismo en la cura a través de la palabra, los pequeños espacios que se logran en
la interlocución con el otro/a. Sin eso estoy en pena, en la angustia, ni si
quiera sé cómo hablar de eso. Hay una batalla por lo propio, esos espacios, que
son tesoros que se justifican por sí mismos. El deseo, Vane. Ese peso que cae
solo como la manzana del Edén. Al contrario de la venta, como la agalma, brilla
por sí mismo. Pero, ¿cuando se está fuera de su línea como se recorre la senda
hasta que aparece? El individuo, la sociedad. ¿Qué es la perversión, es eso que
está afuera del deseo?
La interrupción que hace a la intermitencia donde se
conforman les individues en el colectivo que nos abraza y deja libres.
Abrazo la vida que me abraza, aprendo a estar menos solo.
Gracias…
*
A vos.
Hace unos años leí La música del silencio; creo que los
libros que me invitan tienen ombligos y supernovas que estallan aquí y fugan
por allá. Éste, en particular, llegó en el momento justo, gozando de cierta
aura y desborde que chispeaban desde el principio: era un regalo de otro amigo
escritor L. S. autor de Una ofrenda musical quien había transitado la
experiencia del agradecimiento, acaso de la gratitud, en momentos adversos.
Unos de los ombligos, tremenda espesura de donde brota el
deseo como el hongo de su micelio (así describe S. Freud al deseo activo en el
ombligo del sueño) es una dicha de vórtice que remite a lo no-reconocido y que
invita a la experiencia del silencio, como quien dejase caer los ropajes que
amodorró a la palabra, a fin de encontrase en ella y habitarla en su pura
extranjería, en su don de lengua divina y babélica.
Te decía que uno de los ombligos de este libro permite una
deriva, es como una ebullición en el trabajo de David Steindl-Rast; la pasión
mística de este monje benedictino con gran formación budista, más su afán de
compartir y trazar un puente que nos conduzca a la suerte de un déjà vu, -más
no sea el de facilitar una pista sobre el olvidado, anestesiado o amnésico
sentido de pertenencia a lo divino- le posibilitó que brotara desde su recuerdo
y su diaria, un poema de Rilke del Libro de las Horas.
El poeta escucha a Dios:
Deja que todo te ocurra, la belleza y el terror. Ningún
sentimiento es el último. No dejes que te separen de mí.
Luego, trae otro momento, una suerte de despedida, un saludo
a quien se va de viaje:
Cerca está la tierra que se llama vida. La reconocerás por
su gravedad. Dame la mano.
Pienso en lxs místicxs, en ese dolor al salirse,
desprenderse de ese otro cuerpo, un Cuerpo infinito en Comunión, al que
revisitan con el corazón abierto para entrar de nuevo en esta tierra de exilio,
cuya gravedad encuentra su mayor expresión, me parece, en las formas
extenuantes de la meritocracia obligada.
Exangües lxs unxs y lxs otrxs.
Ahora recuerdo la Sociedad del cansancio de Byun Chul Han
(Müdigkeitsgesellschaft, The Burnout Society: Byung-Chul Han in Seoul/Berlin
(2015) Dirigido por Issabella Gresser.)
Es un video documental acá comparto el link https://youtu.be/Sa0PA1pmsfk
¿Cuánto más se puede aguantar así?
Habrá que despellejarse la piel del amo, que ha ungido con
esa brea viscosa nuestrxs cuerpxs y el lenguaje. La lengua híbrida que produce
es una información reverberante y compulsiva. Por eso el silencio, su música,
su viaje-pasaje-trasmutación-transubstanciación es una convulsión necesaria.
Seguramente su experiencia no ha de ser serena, porque no deja de ser un
partir, un partirse de sí, un despertar después de una larga o al menos intensa
anestesia.
Despertar es una variedad del exilio del sí mismo.
Asocio lo que digo a tu barco del inicio y por supuesto, al
de Alejandra en su Árbol de Diana:
Explicar con palabras de este mundo
que partió de mi un barco llevándome
El libro que trajo L.S. y mi posibilidad de leerlo, iluminó
una sucesión de días que hubieran sido penosos.
Hay un silencio que está hecho de quietud, se asemeja a la
danza de la nieve, o sea es una quietud ante el movimiento, una forma de lo
sereno, incluso como anotó Severo Sarduy una textura del vacío; pero también
hay otro silencio que está hermanado a la desolación, a un quedarse embargadx
de sí y fuera de toda hospitalidad.
El libro llega en el mejor momento.
Vos escribís del protocolo en la mesa, sí, siempre me
interesaron esas cosas, hay como un buen ballet dirigido, como una danza en
conjunto entre comensales; Walser en su Jacob von Gunten es la contrapartida:
la danza de los mayordomos. Recuerdo una película increíble de Brothers Quay,
Instituto Benjamenta, o ese sueño que se llama vida humana (1995), ahora sólo
tengo varios fragmentos, lamentablemente el film completo ya no está
disponible. Acá comparto otro link para
acercar la atmósfera
http://amamosawalser.blogspot.com/2022/06/institute-benjamenta-or-this-dream.html
Te decía que, en ese tiempo del libro recibido, yo podía
pasarme uno o dos días enteros sin comer. Era algo que olvidaba. Claramente
estaba triste o mucho más que triste. Mi amiga Geny B. vivía unos pisos más
arriba y todas las noches, tarde, bajaba con su pareja -él es un gran cocinero-
y acercaba algún pequeño y delicioso plato para compartir.
El amor entre amigxs siempre tiene un corazón atento a la
vida. Un velar por el cuidado de sí que también es el cuidado del otrx.
Entonces, en esos días desbordados, sin cuerpo, encuentro
este párrafo:
Aún cuando comas en total soledad, estás comiendo en
comunión con todos. La comida es siempre una comunión, una celebración con
todos aquellos que trabajaron para darte ese alimento y con todos los demás que
comen sobre la faz de la tierra.
Algo me pasó con esa idea.
Nunca había experimentado lo comunitario en la ausencia.
No había sentido que todo lo que ocurre a un mismo tiempo,
de alguna manera nos hermana.
Pensé en la gente que se juntaba a diario a la vuelta de
casa, todxs iban llegando y se concentraban en una de las veredas laterales del
Hospital Pirovano. El puñado de gente que organizaba venían en una combi con
ollas de comida caliente para compartir con quienes les esperaban desde la
tarde y en ese encuentro se entremezclaba el silencio y la compañía.
Para esos días pensé el ayuno con la idea que había acercado
el monje. Cada vez que no comas, me dije, estarás ayunando con quienes no comen
o con quienes no tienen para comer.
Compartirás entonces la ausencia del pan.
Así lo humano en lo animal comparte el pan que ayuna y las
infinitas maneras con que se nombra la ausencia.
La idea de compartir la ausencia dio lugar a la escritura de
La lengua del desierto. Esa frase en itálica, es uno de los ombligos de mi
libro.
Bien sé que ese trabajo lo debo por entero a lxs amigxs.
Si acaso hay Elogio del riesgo es porque la vida nos excede.
La emoción siempre embarga y el buen silencio puede ser uno
de los destinos.
Te dejo la posta con esta frase de lxs xadres del desierto
Recuerda que eres extranjerx todos los días.
No sea que un viento quemante y violento destruya los
frutos.
Un abrazo
*
Durante los días que han pasado recordé en varios momentos
la historia de mi abuelo Salomón, y surgió contar en diferentes conversaciones
que luego de la guerra, liberados los campos de concentración, él junto con
quien fue luego su segunda mujer, mi abuela, mi bisabuela y un socio compañero
del campo, hicieron un comedor en un departamento de un edificio en Lublin. Con
las puertas de la casa hicieron las mesas y con unas tablas las sillas. Les
sobrevivientes se juntaban a comer, y pensar juntos los pasos siguientes,
contar las noticias y lo que habían pasado. Mi abuela y mi bisabuela cocinaban
las comidas judías tradicionales.
Esta semana hablé con mi mamá sobre algo de lo que ella
nunca había hablado. La sensación de desconexión que sentía en su infancia. Por
la noche, al llegar a la casa, mi abuela le daba un beso, ya durante el sueño.
Su perfume y el rastro del lápiz labial eran el signo de su presencia, en una
casa de sobrevivientes.
La advertencia de recordar ser extranjero me deja helado.
Sobre todo, por no perder los frutos bajo un viento quemante. Con los frutos no
sé si refiere a lo terreno o a la esfera del silencio y el espíritu… Y veo que
ambos van conectados. En el punto donde se reúnen les otres y logramos sostener
una realidad social que nos permite vivir.
En la carpa del desierto compartimos una comida. Lo que nos
ha dejado allí puede ser una experiencia del dolor. Una ansiedad en la que la
meritocracia da en el punto justo.
De esta orilla de la carpa, es la desconexión el punto de
fuga que busca instrumentar a través de la palabra una vuelta a la conexión. No
puede sino decir de eso, y por ahí se vuelve instrumento.
A veces pensé que era la experiencia del trauma que se
repite… Pienso, por la historia de mi abuelo, y la desconexión de mi mamá.
Es verdad el silencio. Contemplativo, plácido, no deja de
ser verdad el dolor. Que se instaura en la brecha del mundo. Dolor en el mundo
que abre a la multiplicidad. Mientras nos buscamos.
En el fondo, todo se resume al vacío, vacío que se abre a la
otredad, y que nos pone en la diferencia, porque cada une tiene su propio
vacío, en la escena social. Donde el deseo se ve con otros caprichos, formas
del poder que bailan también en la fiesta.
Me gusta lo que escribís y su trabajo de intertextualidad.
Tenés una mirada que me resulta muy piadosa porque se toma el tiempo de valorar
el silencio, es respetuosa de la experiencia. En ese sentido yo me siento muy
bien con tu mirada, da cobijo a mi exigencia, que es tumultuosa.
Aun no estoy en paz, como te decía, respecto de la escena
que me genera el dolor, como te decía también.
Es en la honestidad donde encuentro un valor que me rescata.
En relación al decir veraz de Foucault, también vinculado con el cuidado de sí,
en la figura del parresiasta, que asume un riesgo.
En ese sentido vuelvo a conectar con el miedo de perder los
frutos. ¿Cuáles son, los terrenales y sociales, o los del alma? Y cómo se
diferencian si son frutos del trabajo.
Veo que el entramado de las redes sociales nos pone en esta
tensión. Hasta dónde apartarse o hasta dónde nos aparta nuestra forma de ser, y
cómo sentirnos en un contexto que valora la cantidad de seguidores como una
virtud.
No como juicio de valor, sino por los engranajes y resortes
que tener seguidores implica. Con esos engranajes estamos dialogando. El
contexto en que escribimos.
Valorar aquí el silencio, en el ruido que apabulla.
Referenciarse aquí con los xadres del desierto.
Yo me veo conectado con mi abuelo, ligado al Talmud.
En ese silencio hueco que me deja la falta de hebreo, y
pleno de una moral de sobreviviente.
Estoy leyendo un libro que me regaló A.B, El niño de
Ingolstadt, de Pascal Quignard.
Hace mucho no me interpelaba tanto una lectura y creo que es
porque es un libro que piensa muy bien el tema de la exclusión, narra
poéticamente un pensamiento que se desprende desde allí. Como latigazos de
palabra llega a mi pecho, y golpea justo donde el barco se hunde, avivando su
fuego y prendiéndolo llama, en un movimiento que es vitalidad. La soledad sigue
allí después. La conexión a través de la palabra durante.
Creo que es el transcurrir de la vida que acontece y se
realiza. El diálogo me parece una ceremonia, es el momento de la comunión. La
palabra como el pan de Cristo. Eso decía Berdiaiev, un teólogo ruso, lector de
Dostoiveski, respecto de la Confesión. Dar el pan al otrx. Momentos de
liberación, donde trabajamos.
Este es el Pan, Vane, que estamos compartiendo.
Texto original publicado en La copa del árbol. Agosto 2022
https://lacopadelarbol.com/2022/08/01/trama-abierta-vanesa-guerra-y-martin-glozman/
Ph: María Mascheroni
FIN DE LA QUINTA PARTE