sábado, julio 16, 2022

Sobre Sylvia Molloy : Variaciones de una mariposa

Variaciones de una mariposa

por Vanesa Guerra





(Fotograma de Retazos: Una conversacion con Sylvia Molloy, de Soledad Marambio)


Ahí está, mírala cómo se acerca buscando mis ojos [1].

                              Silvina Ocampo



Como en los rizos rizados, Sylvia Molloy cuenta una y otra vez algo que sucedió en la frontera con un extravagante pisapapeles; en esa espiralada o rizomática resonancia del vez a vez, pareciera que el extravagante pisapapeles se ha convertido en una mariposa para los vistas de aduana.

La mariposa deviene en esa zona en donde todxs nos volvemos otrx para un otrx. Acaso como otra versión de Kêng-Su y la mariposa fantasmática que pincha e indica párrafos en El libro de las recompensas y las penas del cuento La red de Silvina Ocampo, SM va reversionando otra red mientras la escena de la mariposa va y viene en sus libros, polinizando y generando ficciones de la ficción. SM atiende al problema de la memoria, atiende a reconstruir aquello que se queda en unx y aquello que se queda de unx en lo que se abandona.

En esas claves se abandona la lengua de infancia, la lengua intuitiva que apenas roza la densidad de las cosas. Allí hay una traducción que comienza y la temprana forma de un exilio. Aquello que se deja atrás en esa traducción fundante y que obligaría la entrada a la palabra, será rastro y resto inasible. En la reconstrucción de la memoria, irreparable y agujereada, el rastro y el resto destella, expande o estrecha sus caminos y todas sus huellas son ficciones y todos los caminos son posibles en su tránsito hacia el olvido, que no es tanto un centro gravitacional monolítico como una proliferación de posibilidades, multiplicidad de supernovas ante un cálculo imprevisto: un origen por doquier (innúmeros orígenes), una singularidad que al manifestarse desaparece para florecer silvestre aquí y allá; ese constructo que ahora retorna como lo todos los caminos que -no- conducen al Castillo son el Castillo (valga mi digresión kafkiana) esos caminos, digo, tan propios y tan devenidos ajenos, no nos pierden del Castillo tanto como nos lo reencuentra en la punta de la lengua donde siempre se nos escapa la cosa – cosa que late su presencia en una memoria hecha de retazos, desgarros textuales, disrupciones y onirias. Esa es la fe: la lengua es una Fe, agalma de ausencias convocantes que habilita un discurrir en la donación. Para plantear la diferencia SM nos trae al Shass Pollak que sabe de memoria todo el Talmud ése es capaz de exhibir sus dotes mnemónicas y se presta a experimentos. Por ejemplo, ante un público elige una palabra, digamos la cuarta palabra del tercer renglón de una página. Luego alguien del público le pregunta cuál es la palabra que está en el mismo lugar de la hoja, pero, digamos, en la página 28 ó 36 ó 74 y para mayor precisión a veces atraviesa las páginas del Talmud con un alfiler para que la operación sea exacta. El Shass Pollak infaliblemente da con la palabra justa, cuyo lugar, en la página 28 ó 36 ó 74, marca el alfiler. Pero se trata de una memoria sobre todo verbal, o mejor dicho espacial, el Shass Pollak sabe muy poco del sentido o la aplicación del término… ningún Shass Pollak ha llegado a ser un sabio eminente. Porque el Shass Pollak no interpreta.

Una memoria donde no haya huecos, interrupciones … es la memoria que no te enseña nada… porque para entender tienes que aceptar los huecos, incluso provocarlos, tienes que aprender a olvidar. Sylvia Molloy. El común olvido. 2002

Así el Shass Pollak ha pinchado el cuerpo de la mariposa contra la pared y se condena a perder el olvido y con el olvido el vuelo y su variación.

*

¿Cómo es la relación de cada quien con los lugares que habita, o si se quiere, con los lugares por los que se es habitadx? En ambos casos no se es sin mariposa; no se es sin el vuelo ficcional y cuántico del que llega a un lugar sin haber partido de otro, sin llegar[2].

Así, los lugares también son nómades, siempre están un poco en fuga, un poco corridos, como en estado de exilio. Esa particularidad de sujeto y lugar en movimiento, desplazándose, nos habilita a intuir que siempre hay algo de cada quien habitando en otro lado. Hay algo del “ser» que nos espera en otra parte. Siempre-en-otra-parte. ¿Y qué memoria se puede tener de esa otra parte que nos espera?

Podríamos presumir que la mariposa va y viene, vez a vez, en esa zona que Sylvia llama entre lenguas, zona en donde cada quién deviene, relumbra en el ramalazo de su íntima traducción, un otrx para sí mismx.

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Traducciones y exilios que hacemos en la lengua cada vez que nos encontrarnos donde no sabíamos que estábamos:

Leo a SM desde que cambió mi vida; no sabría decir qué fue antes ni qué fue después, solo que en ese ombligo de tiempo se anudó y desanudó un dolor de partida que se evidenciaba cada vez que intentaba traducir alguna emoción; fuera lo que fuere, el estado era insoportable, hasta que una noche me soñé en un globo a fuego que sobrevolaba la casa de infancia y mientras levitaba sobre los techos y sus tanques, se desvanecía allá abajo la gallardura de mi historia, todo mutaba con lentitud y quienes hubiéramos sido nosotrxs en el recuerdo familiar, deveníamos otrxs, lejanxs y apáticxs, en un barrio que comenzaba a dolerme por su inesperada y creciente ajenidad de veredas y jardines. Desde lo alto del globo, asistí a la transmutación de lo que habría sido mío, como disolución en clave de pérdida y desamarre.

Escribo desde el recuerdo, sé que en alguno de sus trabajos hay variaciones de esta escena soñada; son voces que me han reescrito de tal manera que me es difícil saber qué ha escrito ella, que fue escrito en ella y aún qué se me ha compuesto a mí al leerle.

Demorada con intención en esta zona de opacidad del recuerdo, cuya cartografía móvil muestra una tensión entre mi sueño y las escenas que supongo diseminadas en los libros de SM, creo intuir por fin la escena narrada, la que encontré después del sueño, o acaso, la que encendió y empujó al sueño; pero hay algo entre los fotogramas de la oniria mnémica que se torna más vívido, y que va rozando en su hechura la emoción del afecto que surge cuando lo familiar se torna extraño; allí está esa pizca de unheimlich que va siempre enredada en la lengua cuando se desata.

Vuelvo a sus libros, con mi sueño y con la escena casi recuperada y, con esas herramientas en órbita, atiendo a mis subrayados, a las diversas capas de tiempo en lecturas hechas, a bocetos inconclusos de líneas conectivas y fuga entre personajes y escenas que SM va activando y desactivando; al día siguiente (ha pasado más de un día desde que escribí: escribo desde el recuerdo) admito una vez más, que la escena que estoy buscando no existe, lo que existe y encuentro son variaciones de las variaciones soñadas y recordadas, o sea, entiendo que estoy buscando algo que propuso su escritura, algo que provocó un recuerdo, o que intervino mi zona de recuerdos, algo que trastocó la zona de lo que podría llamarse la casa de infancia, como representación, claro está, de la lengua materna en sus irradiaciones y configuraciones. Es posible que al leer las escenas que cuenta SM en relación al recuerdo de una casa de infancia -perdida, cerrada, levantada, visitada, recordada, demolida, mudada, remodelada, etcétera- yo haya recorrido mi antigua casa como si fuera una casa arquetípica, multiplicada vez a vez en cada una de las lecturas -mías y de otrxs-; esas casas de SM se vuelven innúmeras casas, en ella y en cada unx de nxs, tal vez sean las innúmeras lenguas íntimas que vamos dejando atrás en el suceder de los días; de pronto, se me hace que cada quien es una babel en llamas, una babel sobrevolada, una babel reunida, disgregada, en diáspora, olvidada, o en porvenir.

De algún modo, casi todxs atravesaríamos la partida y en esos retornos fuera del tiempo hechos de ensueños y déjà vu, se evidencia de manera irreparable el desajuste entre la búsqueda y su objeto; es en esa irreparabilidad que fundamos nuestras subjetividades poéticas, provocando destinos que bifurcan infinidad de veces, conforme el tiempo agrega o quita escenas, fotogramas, fonemas, reales, invitando a reescrituras, destituyendo sentidos, abriendo a lo nunca pensado; esas variaciones ocurren en la lengua cuando contamos nuestra historia, una y otra vez, en diferentes tiempos, a diferentes interlocutores, produciendo una experiencia de identidad siempre móvil.[3]



[1] “…había un alfiler de oro con una turquesa. Lo tomé y atravesé con dificultad el cuerpo resistente de la mariposa –ahora cuando recuerdo aquel momento me estremezco como si hubiera oído una pequeña voz quejándose en el cuerpo oscuro del insecto… La mariposa abría y cerraba las alas como siguiendo el ritmo de mi respiración. En mis dedos quedó un polvillo irisado y suave. La dejé en mi habitación ensayando su inmóvil vuelo de agonía. A la noche, cuando volví, la mariposa había volado llevándose el alfiler. (…) Durante muchos días sucedieron cosas insólitas en mi habitación. Tal vez las he soñado. (…) Varias veces encontré el último de estos libros abierto sobre mi mesa, con algunos párrafos marcados con pequeños puntitos que parecían hechos con un alfiler. Después yo repetía, involuntariamente, de memoria estos párrafos. No puedo olvidarlos…” Silvina Ocampo. 1948. “La red.” Autobiografía de Irene.



[2] Silvina Ocampo. Invenciones del recuerdo. Epígrafe para Back Home: un posible comienzo. Poéticas de la distancia. Sylvia Molloy & Mariano Siskind (eds) Norma, 2006



[3] “Uno cuenta una historia con lo que dice, otra historia con el modo como la cuenta, otra con cómo la recuerda, otra con cómo se la escuchan, otra con el registro de lo que omite. Ninguna es verdadera, todas lo son. Entreveradas sin origen ni síntesis: desajustadas. Materia en movimiento. A veces uno queda atrapado, atrapado en el pensamiento de los otros. Y “uno” no es uno, pero no es fácil dejar eso.” María Mascheroni. Martes Intenso -Convocatoria 2019

Notas finales

Variaciones de una Mariposa es un fragmento del libro La lengua del desierto– notas. Trabajo que obtuvo la Beca de Circulación FNA 2019. De próxima aparición por Buena Vista Editora- Córdoba, 2020.


Primera edicion Online: https://lacopadelarbol.com/2020/10/01/1697/


Este post -intempestivo- va en memoria de Sylvia Molloy, maestra e interlocutora en mi, para siempre.


Sylvia Molloy 19 de agosto 1938- 14 de julio de 2022


<3
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Retazos


dr. elephant