Mientras en Filipinas los niños pez realzan un voto recordatorio por las especies próximas a extinguirse, acá en Buenos Aires, a unos ciento y pico de kilómetros hacia el oeste, una avioneta pequeña y colorida ha despuntado como un corso por arriba de la alameda y lanza su habitual pesticida sobre los campos de soja linderos a una escuela rural, de caminito anegado cada vez que llueve; para esta vuelta, la avioneta a hélice que relumbra en rojofuego, no elude el establecimiento y atraviesa a vuelo rasante el patio de tierra apisonada donde juegan algunos chicos y conversan de recreo dos maestras. El rociado apestoso hace lo suyo, moja caras, mocos, ojos, bocas y del silencio al grito sólo unos motores que se alejan; para la misma noche se sabe que las consecuencias son graves y en la mañana siguiente que los trámites de amparo son imposibles por interminables.
El punto, siempre en movimiento hasta librarse de la línea, discurre primero al agua intomable que se bebe a diario, luego a las ocurrencias henchidas de aquel que defiende lo que amarroca en su gestión intendencial para esta comunidad ínfima y sometida; insidioso, frente a hechos y quejas repetidas como rosarios, el hombre insiste en cavar pozos más hondos que agujereen el planeta -¿acaso no pueden, inútiles?-; más tarde incita a comprar los purificadores de agua que fabrica el pueblo –todos saben que la fábrica trajo puestos, pan digno, dientes y también saben que entre los puestos dados, uno es de él: puesto de dueño, dueño sin cartel, asociado a un sojero de la zona vecina-; impotentes y furiosos son puñado y cortan una ruta provincial, bacheada, sinuosa, hasta que un par de camiones les pasa por encima; otra vez son máquinas de otros los que se llevan la cosa y el punto que lastra deja una estela parecida a una pregunta: fue la avioneta o la maniobra (¿dirían que no es lo mismo?) esos motores resuenan a algo que no distingue entre peste y gente. Pareciera que la fórmula de la violencia hoy asume una carencia de sujeto pavorosa, en ese campo social hay peste contra pesticidio.
vanesa guerra
publicado en diario tiempo argentino
http://tiempo.infonews.com/nota/156135/rociados
dr. elephant
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