A propósito de La lengua del desierto
- una presentación
Buena Vista Editora 2020
Hay un sentido de pertenencia a lo que existe y nos rodea que ha sido olvidado en estos tiempos.
Ese olvido se parece a una negación involuntaria,
a un no poder recordar o a un no poder sentir el profundo lazo con la tierra y con los seres que como nosotrxs también la habitan.
Si nos reconociéramos en ese olvido, si pudiésemos restituir nuestra animalidad en lo humano,
su vitalidad agradecida,
podríamos experimentar un sentido de pertenencia desbordante.
Posiblemente una lengua de éxtasis, algo semejante a la felicidad,
o al respeto y cuidado entre lxs unxs, los otros y sus moradas.
Ese sentido de pertenencia a la tierra
y a los seres humanos y no humanos que la habitan, está herido, extraviado, inactivo.
Su potencia y su poder están silenciados,
todo ha sido silenciado,
y su silencio es ensordecedor, nos abruma, nos llena de palabras inútiles, vacías, mercantiles.
A veces saber las cosas no produce ningún cambio.
El plano racional, su inteligencia, su comprensión, solo sirven para moralizar.
Y para moralizar sólo se necesita comprender: hacer uso y abuso de la razón, aniquilar la diferencia y espejarse.
Cualquiera puede moralizar, repetir el prospecto, tramar un cálculo, bajar la línea, producir órdenes, esclavitudes prolijas, limpias como quirófano.
Vivir trata de otra cosa y casi todxs tenemos ese sabor en la boca, como en la punta de la lengua, porque una moral sin misterio es un arma peligrosa, es una obediencia sin reparo, una caída al océano de la depresión, donde se vive en estado de adoctrinamiento y respuesta que sella las bocas.
Erradicar el misterio de la vida nos ha empujado a la impotencia, a ese modo que tiene la tristeza cuando da por perdida de antemano la batalla.
Esa es la victoria de la lengua del mercado, una lengua de código de barra que ha olvidado su procedencia de exilio, su corazón de excedencia-
Porque las palabras serán como la felicidad, palabras que nunca nos encuentren, que siempre nos orbiten; a diferencia, de la lengua del Amo que busca scanear, arrinconar, cooptarnos en alguna identidad sin velo que nos clausura más de lo que nxs podría amparar.
Porque para el caso ¿quién cree realmente ser en el nombre con que fue nombradx?
El nombre siempre nos queda chico, siempre derrama por fuera de la impostura-
Digo, ¿quién puede experimentar la existencia, ahí, en ese lugar, tan ceñido?
Todxs sabemos, que el nombre con que nos buscamos en la urgencia intemporal de lo íntimo es siempre un llamador secreto por su franca imposibilidad verbal,
y porque su voz es impronunciable nos convoca.
La palabra es un acto de fe.
Un saber hacer con lo ausente.
Clarice Lispector nos lo recuerda bien, ella lo escribe así:
me pusieron un nombre y me apartaron de mí.
La vida se parece más a un estado de pregunta,
a una errancia por las sucesivas transformaciones.
Siempre ocurre la alegría de un anclaje y también ocurre la pasión por perderlo o la inevitable sed de partir.
¿Qué lengua, entonces, daría cuenta de esos movimientos, de ese andar por fuera de los nombres con los que nos ciñeron y obligaron? ¿Qué lengua hará de la opacidad su fuerza, su misterio, su apertura?
Este libro La lengua del desierto abreva en estas ideas.
Pienso que el lenguaje podría restituir esa experiencia de pertenencia olvidada y negada;
y lo siento necesario porque ese olvido nos ha vuelto insensibles porque nos ha blindado.
En algunas tradiciones filosóficas y religiosas, ese olvido es la pérdida de nuestro lazo con lo divino, la pérdida de un lazo con lo espiritual, con el misterio que anida en lo vivo, con su forma abierta.
Ese olvido o su involuntaria negación tiene un efecto dramático, porque nos sume en la acedia, en una tristeza, cuya particularidad es hacernos sentir el abandono del creador por su criatura; una indiferencia tan dolorosa, que no podríamos reconocer, ni sentir, que la vida nos ha dado la vida, y que no se trata tanto de una deuda como de compartir el don.
Pienso que la lengua poética, la lengua que vuelve del desierto con su experiencia de ausencia e intemperie, con su nomadismo febril, con su aura de múltiples destinos y posibilidades, podría diluir este olvido, podría diluir ese blindaje, viscoso, que los diversos capitalismos del mundo han ungido sobre nuestros cuerpxs, asfixiándolos,
desgarrándolos de la tierra,
y de todos los seres que la habitan.
Por eso en este libro invoco a la lengua poética, para que nos regrese la voz que hemos perdido, una voz que trae todas las memorias y los lazos
porque antes que la lengua del Amo nos apresara con sus dominios, supimos pertenecernos en la existencia de los seres vivos,
y desbordar.
Restituirnos a la poesía como reciénvenidxs podría ser el designio.
Entonces como escribiera Rümi hace tantos siglos, invito:
Ven, quien quiera que seas ven
Aprende la lengua de quienes carecen de ella.
Vanesa Guerra
del Proyecto BREA- BECA FNA 2021
2 de octubre 2021
Feria del libro de Córdoba
Espacio Barón Biza
Buena Vista Editora
#FDL2021
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