Suely Rolnik en entrevista por Sarah Babiker fuente : El Salto Julio 019
Suely Rolnik: “Hay que hacer todo un trabajo de
descolonización del deseo”
La pensadora brasileña Suely Rolnik busca más allá del
sujeto para apuntar a las “fuerzas del vivo” que pugnan por fecundar semillas
de otros mundos. Advierte que si no cambian las subjetividades será imposible
avanzar en el ámbito de la macropolítica.
foto > Álvaro Minguito
Suely Rolnik (Sao Paolo, Brasil, 1948) es psicoterapeuta,
doctorada en Psicología Social en la Universidad Pontificia de Sao Paolo, con
una tesis sobre la producción del deseo. Esta brasileña que pasó varios años de
exilio en Francia lleva una vida indagando en la subjetivación, explorando
también, de la mano de Félix Guattari, las micropolíticas.
Esferas de Insurrección: Apuntes para descolonizar el
subconsciente (Tinta y Limón, 2019), es su último libro. Hace unos meses vino a
presentarlo a Madrid y mantuvo una larga conversación con El Salto durante la
cual expuso su original mirada sobre la micropolítica, la colonización del
deseo o la politización del malestar. El Brasil de Bolsonaro, la continuidad de
la Ingobernable, la naturaleza de los nuevos movimientos sociales o los
comunes, fueron algunos de los temas que emergieron durante nuestro encuentro.
Antes de empezar esta entrevista querría aclararte que no
tengo formación en teoría psicoanalítica y que no estoy segura de haber
entendido del todo tus textos a los que he intentado acercarme desde una mirada
intuitiva.
Pues qué suerte que no tengas formación psicoanalítica,
tendrías más dificultades para entender. Para leerme no hay que tener una
formación en psicoanálisis, filosofía o ciencias sociales, sino vivir las
experiencias de las que hablo y autorizarse a reconocer que eso está ahí, que quien
escribe es alguien que vive la misma experiencia y que ha intentado ponerla en
palabras. Entonces es desde esa resonancia que se leen mis textos.
El hecho es que produces un montón de conceptos con los que
creo que hay que ser respetuosa, tener cierto cuidado al retomarlos para no
pervertirlos.
Pero en cierto modo, si tú dices “oh, lo capté por
intuición”, precisamente es la intuición lo que yo uso para escribir estos
textos. Por eso digo que no depende tanto de la formación que una tiene poder
leer, entender lo que yo escribo. Claro que distintas formaciones pueden
alimentar de formas diversas el pensamiento, generar otras resonancias,
palabras que una tiene en cuenta, que pueden servir. Pero yo trabajo desde la
intuición y es la intuición la que yo defiendo como origen primero y
privilegiado del pensamiento.
Bien, pues abordemos lo que has pensado desde la intuición:
hablas de la necesidad de descolonizar y desneoliberalizar el subconsciente
¿qué implica la colonización de nuestras subjetividades?
A cada régimen, a cada contexto histórico, a cada tipo de
sociedad corresponde un modo de funcionamiento de la subjetividad. Es la
subjetividad lo que da la carne, la consistencia a ese régimen. Lo que intento
demostrar, primero, es que este funcionamiento subjetivo es político, ¿por qué
es político? Porque es la base existencial de un sistema epistemológico,
histórico, cultural.
No se puede transformar, por ejemplo, la distribución de
derechos dentro de este sistema, que es el objetivo de la macropolítica, sin
transformar también el tipo de subjetividad que le corresponde: pues si las
cosas se mueven solo en un nivel sin que se desplacen en el otro, acaban por
volver al mismo lugar.
Hablamos de los fracasos de la izquierda y eso me irrita, no
es que me deje triste, es que me irrita pues no se trata de fracaso: no hay
cómo no volver al mismo lugar si no se interviene en la esfera de las
subjetividades. Las experiencias que empezaron hace un siglo y medio — si
ponemos la fecha del inicio de estas luchas en el plano macropolítico en la
Comuna de París, o en la revolución de Haití— nos mostraron eso: lo que
llamamos fracaso no lo es, nos ha permitido tomar conciencia de que hay que
avanzar en la esfera de las subjetividades sin dejar la macropolítica, ambas
son fundamentales. Se trata de dar pasos, no para llegar al final feliz de una
revolución comunista donde todos somos hermanos que se aman, sino avanzar para
la efectiva transformación de de este tipo de sistema económico, político y
social.
También urges a desapegarse del sujeto
Claro, tiene que ver con qué significa descolonizar el
subconsciente, desde dónde podemos definir qué tipo de subjetividad domina en
un determinado momento. Por supuesto que debe haber muchas otras cosas para
elaborar, pero yo me centré en lo que tiene que ver más directamente con
nuestro modo de vivir. Así, las experiencias subjetivas son experiencias muy
complejas, pero hay dos esferas de esa experiencia.
El capitalismo está logrando colonizar el conjunto del
planeta, es un régimen en el que ya no conseguimos reconocernos. En nuestra
experiencia colectiva como sujetos, que tiene que ver con el yo, con la
voluntad, con la conciencia, con la experiencia que está estructurada según un
repertorio cultural: se trata de la experiencia del mundo como un conjunto de
formas, de códigos, de escenarios, de personajes, de una cierta distribución
del acceso a derechos… ahí utilizamos la percepción. Pero la percepción, la
mirada, no es virgen. Yo te veo y te asocio con una serie de representaciones
en mi memoria: me fijo en el color de tu piel, el cabello, la ropa que llevas,
tengo en cuenta tu profesión, te relaciono con la editorial que me invitó, con
tu periódico que no es cualquier periódico… con este conjunto de cosas puedo
ubicarme frente a ti, situarme. Es una herramienta muy importante que nos sirve
para vivir socialmente, comunicar. Es lo que podemos llamar cognición y es muy
necesaria, pero hay otra experiencia que estamos haciendo al mismo tiempo que
ésta, una segunda experiencia que para nosotros —blancos modernos occidentales
en el régimen colonial capitalista antropocéntrico logocéntrico— es menos
conocida.
Y esa experiencia tiene que ver con entender el mundo en su
dimensión de cuerpo viviente. En la biosfera hay muchos elementos entre los cuales
están los humanos, como están las cucarachas o las palmeras. En esta
experiencia aprendemos la alteridad del mundo no como conjunto de formas si no
como un conjunto de fuerzas vivas en disputa formando distintas composiciones
que nos producen efectos, como si nos fecundaran.
Para entenderlo uso la imagen guaraní para la garganta, que
se dice “nido de palabras alma”. Y si es un nido es porque tiene embriones y si
tiene embriones es por que ha sido fecundado. ¿Por qué? Por el aire de los
tiempos. No lo ves, pero es eso, esa imagen del mundo como cuerpo vivo que
produce en tu cuerpo estados muy fuertes, muy precisos, pero que no tienen
palabra, no tienen imagen ni tienen texto. No tienen nada. No es que no sean
reales, son absolutamente reales.
Cuando los guaraníes dicen que son semillas de las palabras
alma, es porque saben que esos efectos del mundo vivo, esos estados se producen
ahí, generan afectos, no en el sentido de cariño o amor, si no en el sentido de
estar afectado, son como embriones de otros mundos, de otros futuros, porque
son situaciones del vivo, que permiten que la vida se afirme, porque la vida
quiere seguir perseverando. Yo digo que esta experiencia es una experiencia
fuera del sujeto, no es la mejor forma de llamarlo porque se acaba refiriendo
al sujeto, pero la uso estratégicamente, como un concepto que se usa en esta
perspectiva filosófica que es extrapersonal, que no sucede dentro del persona.
Cuando tú estás habitado por mil semillas del mundo,
semillas de futuro, y por otro lado estás formateada según un cierto repertorio
cultural, hay una tensión entre estas dos experiencias.
Entonces, ¿qué pasa? Cuando tú estás habitado por mil
semillas del mundo, semillas de futuro, y por otro lado estás formateada según
un cierto repertorio cultural, hay una tensión entre estas dos experiencias, en
esta tensión hay dos movimientos que se desencadenan, un movimiento que es el
movimiento de la vida que tiene que germinar, y el otro movimiento que es un
movimiento desde el sujeto que tiene que conservar esta forma porque da mucho
miedo la desagregación.
Y ahí, como la vida tiene que eliminar esos estados que
producen una especie de mareo, de desestabilización, de malestar, se activa
como una señal de alarma brutal, cuando esto te toca, que es la vida que está
ahí gritando, dando señales, eso pone a la persona en movimiento, convoca el
deseo de actuar, para que la vida recobre un equilibrio. Y que en el caso de la
vida humana se trata de un equilibrio emocional, existencial. Es ahí que se
definen las distintas políticas del deseo o micropolíticas.
Es decir, la micropolítica no es la política de la
experiencia fuera del sujeto. Es la experiencia entre una forma de existencia y
lo que está por nacer que transforma esa forma de existencia cuando esa forma
de existencia está sofocando la vida. La vida tiene que encontrar otros cuerpos
donde estar, donde corporizarse. Y ahí se definen las distintas micropolíticas.
En el plano macropolítico, coexisten distintas
macropolíticas: desde las más revolucionarias a las más reaccionarias, es decir
desde la máxima voluntad de igualdad de derechos hasta la máxima voluntad de
mantener los privilegios y la máxima capacidad para no dejar que se muevan. En
el plano micropolítico es distinto, las micropolíticas van de las más activas,
las que logran estar a la altura de lo que la vida pide y dejar que esa
germinación se haga hasta que se cree el deseo de un cuerpo, de un modo de
existencia, donde eso que está buscando paz encuentre su lugar. Eso transforma
la realidad.
Luego está lo más reactivo, que es cuando el deseo actúa en
la dirección de interrumpir esta germinación porque es una subjetividad que no
tolera ningún tipo de cambio, de este modo todo el tiempo se está
interrumpiendo un proceso de germinación para reproducir el status quo.
Entonces, lo que define la micropolítica dominante en el
régimen colonial capitalista, desde el inicio, con distintos despliegues —ahora
estamos en el despliegue financiero-neoliberal— es primero, que estamos
reducidos a una experiencia de sujeto, donde la subjetividad está tomada por la
desubicación porque ya hay semillas ahí presionando para germinar y porque hay
un descontento en la salud, la vida quiere más, quiere distinto, porque así
como está no es posible.
Eso se interpreta como algo malo, una enfermedad o una
inferioridad, o como algo terrible que viene de fuera, y así uno proyecta hacia
fuera la causa de su malestar. Si la culpa de la desestabilización está en mi,
si viene de mi inferioridad, voy a intentar mimetizarme, construyendo discursos,
objetos, gestos, para mantener la ilusión de que logré organizarme, para
equilibrarme. Si mi opción es atribuir el malestar a otro la manera de
recuperar el equilibrio es proyectar sobre el otro todo el mal y actuar contra
el otro, que es en gran parte lo que está convirtiéndose en micropolítica
predominante en este momento: Todo lo que se distancia de un tipo de existencia
hegemónica tiene que ser etiquetado como cosa del mal y para erradicar el mal
uno lo ataca, primero quizás con un golpe pequeño y así hasta el asesinato.
En base a la disociación del sujeto, frente al miedo que
tengo ante la desubicación, ¿qué pasa? Cuando la alarma vital actúa sea cual
sea la micropolítica, la función vital se pone en movimiento y el deseo es
convocado. Esta potencia vital en su esencia, es una esencia de actuar para
crear. Es de este momento de la pulsión vital que el capital se alimenta, en lo
más básico, lo más esencial. Es decir, el capital no se alimenta solo de la
fuerza vital en su expresión del trabajo, como pensaba el marxismo sino también
de la vida misma, del propio desencadenamiento del movimiento vital cuando es
necesario crear algo. Es ese movimiento que es desviado del curso de crear
algo, de su sino ético, y su fuerza es dirigida en otra dirección que es
producir escenarios para inversión de capital y para alimentar el consumo.
Entonces el deseo es pervertido desde el momento de su
desencadenamiento. Es como si el deseo estuviera “prostituido”. No es que
alguien llegue desde afuera y te diga, ve para allá. Es que tu propio deseo
produce esta realidad capitalista sin que te des cuenta. Incluso cuando eres
alguien de izquierdas, máximo grado de revolucionario, por eso el deseo o la
pulsión vital misma, está colonizada, hay que hacer todo un trabajo de descolonización
del deseo.
¿De qué manera una mirada sobre la micropolítica puede
ayudar a entender el fenómeno Bolsonaro?
En Brasil, en un un primer momento, yo pensé que el
neoliberalismo necesitaba conservadores en el poder, estrategias macropolíticas
hechas por conservadores, estrategias micropolíticas de una subjetividad super
conservadora, ¿por qué?, para destruir totalmente el Estado de manera que sirva
solamente al mercado sin ningún estorbo ni barrera, era necesario mantener en
el poder del Estado, conservadores totales, políticos a la antigua, para que
hiciesen el trabajo sucio de privatización de todo, de destrozo de la
legislación laboral. Diría que esos políticos serían como los sicarios del
neoliberalismo, expulsados después de la escena. Por ejemplo, alguien como
Temer.
Pero después lo que se ha ubicado en torno a estos
conservadores es un ciclo de conservadurismo mucho más bruto, evidente,
psicópata, puedes decir casi psicótico. Hoy veo que para que el neoliberalismo
pueda consumar su poder global, globalitario, como dice un pensador brasileño,
es necesario producir una subjetividad identitaria, conservadora. Es necesario
mantener una mayoría totalmente tomada, con la subjetividad totalmente
disociada de la experiencia vital, totalmente reducida al sujeto.
Como una de las soluciones que asume el sujeto para actuar
cuando la vida está desequilibrada, está en crisis, es proyectar sobre el otro
la causa, es muy necesario construir ese chivo expiatorio, pero
permanentemente. Al principio el chivo expiatorio eran los gobernantes del
Partido de los Trabajadores, mucho antes de la candidatura de Bolsonaro, en el
segundo episodio se empiezan a perseguir elementos en la sociedad, todo modo de
existencia que se distinga mínimamente de este modo hegemónico familiarista,
paternalista, patriarcal, heteronormativo, nacionalista.
Sin embargo, el neoconservadurismo vino para quedarse
En mi libro yo explico el golpe como una serie televisiva
que empezó a ser pensada a partir del momento en que los gobiernos progresistas
toman el poder en varios países de América Latina después del fin de las
dictaduras. Ahí comienza toda una
estrategia que se desarrolla en muchísimos capítulos. Todavía estamos en la
serie. Por ejemplo, en Brasil, podemos fechar en la elección de Lula cuando
empiezan a pensar cómo destruir eso eficazmente, eran necesarios conservadores
en el poder, como Temer [bajo arresto] uno más de los políticos más corruptos,
más horribles, que tiene una mentalidad colonialista conservadora total, para
hacer el trabajo sucio. Y ahí se instalarían los Chicago Boys, los economistas
neoliberales y los técnicos del neoliberalismo.
Pero después lo que se ha ubicado en torno a estos
conservadores es un ciclo de conservadurismo mucho más bruto, evidente,
psicópata, puedes decir casi psicótico. Por ejemplo Bolsonaro, parece que su
candidatura empezó a ser construida en 2014 cuando a Dilma la echan, que ha
sido una parte de las fuerzas armadas quienes lo han llamado para construir su
candidatura. Esa parte de las fuerzas armadas, es la más terriblemente
conservadora y violenta, son sectores que incluso durante la dictadura
constituían el ala más violenta. Y no es que la dictadura fuera blanda, fue
bien dura.
Para que el neoliberalismo pueda consumar su poder global es
necesario producir una subjetividad identitaria, conservadora, mantener una
parte de la sociedad totalmente tomada, con la subjetividad totalmente
disociada de la experiencia vital
Hoy veo que para que el neoliberalismo pueda consumar su
poder global, globalitario, como dice un pensador brasileño, es necesario
producir una subjetividad identitaria, conservadora. Es necesario mantener una
parte de la sociedad, una mayoría totalmente tomada, con la subjetividad
totalmente disociada de la experiencia vital, totalmente reducida al sujeto. Como
una de las soluciones que asume el sujeto para actuar cuando la vida está
desequilibrada, está en crisis, es proyectar sobre el otro la causa, es muy
necesario construir ese chivo expiatorio pero permanentemente. Al principio el
chivo expiatorio eran los gobernantes del Partido de los Trabajadores, mucho
antes de la candidatura de Bolsonaro, en el segundo episodio se empiezan a
perseguir elementos en la sociedad, todo modo de existencia que se distinga
mínimamente de este modo hegemónico familiarista, paternalista, patriarcal,
heteronormativo, nacionalista.
¿Qué implica esto para la sociedad brasileña?
Más allá de proyectar sobre el otro un proceso de malestar,
lo que se está autorizando ahora es el pasaje al acto, como se dice en
psicoanálisis. Es decir, que no solamente puedes odiar al otro, o decirlo o
decírselo, sino que puedes pasar el acto del modo más violento. Dos de las
primeras decisiones propuestas por Bolsonaro al entrar como presidente han sido
permitir tener armas en casa y dar permiso a la policía para matar. No es que
alguien te mande actuar. Desde tu propio deseo, tú lo haces. Entonces, en
paralelo, mientras esto pasa como si fuera una especie de momento “hombre de
las cavernas” en la sociedad, el capital puede manejar todos los estados, liberar
totalmente el terreno para la especulación. Así, lo que en un principio yo
pensaba que sería momentáneo, una alianza para limpiar el terreno sin que fuese
necesario que se mantuviera en el tiempo, al final no se sabe hasta cuándo
durará ni hacia dónde va.
Me has hecho pensar en dos autoras: En Naomi Klein y su
doctrina del shock sembrando un campo de desconcierto e indefensión donde el
capital puede saquearlo todo sin cortapisa, a la pedagogía de la crueldad de la
que habla Rita Segato, apuntando a una fase del capitalismo donde es necesario
romper toda empatía, todo vínculo con las personas.
En Brasil el shock fue cuando empieza el proceso contra Lula
y el PT, que es el 2012, hace mucho tiempo. Había habido una identificación de
gran parte de la sociedad brasileña que está debajo de la clase media con el
PT, porque con todas las críticas que podamos tener, es la primera vez en toda
la historia de Brasil que realmente las políticas sociales han sacado a una
parte de la población de la miseria y eso es incontestable.
La gente ha vivido eso, no es que haya escuchado una
ideología sobre eso, ha vivido eso, algo que ha permitido cosas
extraordinarias, el acceso a la educación, poder vivir en una casa, comer.
Había mucha identificación con el PT y un cierto confort subjetivo: la vida
encontró un lugar mejor. Entonces, empiezan a demonizar a Lula, con horas y
horas de Glovo hablando de corrupción: eso produce un shock. Fuera de la élite
y la clase media, en el resto de la población esto ha producido una crisis
subjetiva tan fuerte que, después de un tiempo de esta propaganda, de esta
narrativa que se ha estado construyendo, la gente ya no tenía capacidad de
memoria de su propia experiencia, de lo que ha sido, y se reorganizaba a partir
de la narrativa de la televisión, no reconocía lo que su propio cuerpo ha
vivido.
Se produce también la idea —es el momento de la crisis
económica internacional— de que desde el 2005 al 2016 todo es atribuible al PT,
en la televisión no hay ninguna noticia sobre la crisis internacional, toda la
crisis económica, la culpa era del PT. Eso produce una gran crisis subjetiva,
tu pierdes totalmente tu suelo, tus parámetros.
Respecto a Segato, yo preferí no usar empatía, pensé en otra
palabra y me quedé con resonancia que no es el ideal. No es una resonancia
entre ideologías o modos de pensar, sino una resonancia entre experiencias,
resonar entre frecuencias de vibración, es algo que habría que conquistar, que
no son experiencias del sujeto. Yo más que de empatía hablaría de reconocer el efecto
del otro en tu cuerpo, no como una cosa mala sino como una cosa esencial y
hacerse cargo de eso, dejar que eso te transforme.
Hablas del saber del cuerpo. ¿Cómo se relaciona la
micropolítica activa con esto del saber del cuerpo? ¿En dónde su ubica la
resonancia?
Primero, saber del cuerpo: Yo decía que la forma de
conocimiento del sujeto es lo que llamamos cognición, la forma de conocimiento
desde tu experiencia fuera del sujeto, eso que no tiene palabra, no tiene
imagen, podríamos llamarlo intuición. Pero la palabra intuición está tan
marcada de inferioridad, como tú cuando dices, “ay disculpa, he leído tu obra
desde la intuición”.
Sí, ese saber desde afuera del sujeto siempre está marcado
de inferioridad e ignorancia, es por eso también que las mujeres han sido
quemadas como brujas, porque tenían eso más desarrollado, —no biológicamente
sino culturalmente—. Si yo digo intuición los machos intelectuales dirán: esta
mujercita dice pura tontería, no sabe nada. Entonces ¿cómo llamarlo? yo lo
llamé saber del vivo o saber del cuerpo o saber etológico porque la etología,
que es la ciencia del comportamiento humano y animal, nos enseña mucho de estas
otras esferas de nuestra experiencia.
En la macropolítica la gente se junta para cooperar. Parten
de una misma posición en la jerarquía social, una cuestión de identidad de
clase, o de género, o una posición subalterna en las relaciones de poder. Y se
juntan ya con palabras para describir lo que no está bien, con un programa para
cambiarlo, inclusive en el marco del estado. En la micropolítica una se junta
con los otros, se coopera distinto porque es desde una resonancia, desde el
saber del cuerpo, de una resonancia entre los cuerpos, de las subjetividades en
resistencia. Lo que está empezando a germinar, frente a un ahogo de las
fuerzas, de la vida.
Si digo resonancia esto implica que si nos juntamos un
colectivo o nosotras, no sabemos hacia dónde vamos pero sabemos que hay algo
muy genial que compartimos, el hecho de ir juntas actualiza este movimiento de
resistencia. Lo que yo estaba intentando hacer salió como texto, lo que tú
estabas intentando hacer, salió como un tipo de periódico, pero estamos juntas
en el mismo colectivo. El texto que sale de mi boca viene de la experiencia de
muchos pueblos. No es una experiencia del yo, lo que sale de ahí tampoco es mío
porque es mi manera de dar cuerpo a algo que ya son todos los cuerpos. Y es
transindividual, no es que sea intersubjetivo, es algo que atraviesa a todas.
Si nos juntamos un colectivo, o nosotras, no sabemos hacia
dónde vamos pero sabemos que hay algo muy genial que compartimos, el hecho de
ir juntas actualiza este movimiento de resistencia
Por ejemplo si usamos mi libro y nada más, no sirve para
nada. Pero si estoy usando este libro en este contexto, tú el periódico, la
Segato habla de la pedagogía de la crueldad, la otra de la doctrina del shock,
la cosa va ganando cuerpo. Estaba muy de moda la palabra “común”: para mi el común se basa en este plano que es
muy distinto de la idea de comunismo (se ríe). No pasa en una esfera macro, aún
cuando la esfera macro es muy importante, es algo que pasa en esta esfera micro
de un campo común de germinación y que también tiene su experiencia común que
se hace posible en la construcción para que la germinación se complete.
Hablas de que los nuevos movimientos sociales crean una
innovación prometedora: la capacidad de integrar micropolítica y macropolítica
en sí mismos.
Sí, y lo digo teniendo en mente una imagen muy precisa, una
experiencia que me lleva a pensar así y que viene de las periferias de las
grandes ciudades en Brasil, aunque yo me refiero específicamente a Sao Paolo
porque lo conozco mucho más pero es así en todo el país. Está protagonizado por
jóvenes de 14 a 20 años, principalmente mujeres, principalmente implicadas en
el movimiento LGTBIQ+ y principalmente negras. Ahí hay un buen ejemplo: desde
hace dos o tres años ha habido un movimiento enorme de ocupación de escuelas
públicas. Hoy en Brasil la escuela pública es de pobres, total, la clase media
va a escuelas privadas. Antes no era así: Yo que vengo de una familia de clase
media, inicialmente baja, estudié en la escuela pública y era una excelente
escuela.
He ido varias veces a estas escuelas ocupadas, me llamaban
para conversar y era impresionante, primero porque hay una invención del modo
de existencia, de la sexualidad, de la relación con el género, de la relación
con las personas, una corriente de transformación radical, radical en el
sentido de ir hasta donde se pueda, sin miedo. Por otro lado había también una
forma de organización interna —y eso tiene que ver también con lo micro: cómo
se establecen las relaciones, cómo se distribuyen las tareas, cómo se cuida el
espacio,— y una inteligencia en sentido macro más tradicional de cómo provocar,
cómo responder a las actitudes del Estado, incluso ante la policía en el caso
de que intentase desalojar.
Así, tenían una macro conciencia política muy clara, pero
también tenían una inventividad para salirse de la cosa heteronormativa,
patriarcal, familiarista, increible. Yo me sentía como si estuviese ante otra
especie humana. Y eso lo veo como invencible, incluso cuando en medio del
proceso desisten y se paralizan, incluso algunos mueren, pero hay algo ahí que
es irreversible.
¿Por qué digo irreversible? Porque yo creo que cuando hay un
verdadero cambio en las herramientas políticas ya no funcionan como modelo
único, por ejemplo, la heteronormatividad, que es un ejemplo bien simple.
Entonces, ¿qué es una relación afectivo erótica? ¿Cómo se construye? Cuando te afirmas
y vives de maneras muy múltiples, lo que hasta entonces se limitaba a un solo
modelo, en el ámbito de la subjetividad no hay vuelta atrás. La realidad puede
demorar mucho más tiempo para cambiar, pero si la carne existencial de un
régimen pasa por ahí, y si algo se metamorfoseó totalmente, ya no hay vuelta
atrás.
Recuerdo justamente que en la Ingobernable te preguntaron
por cómo defenderla y contestaste que en realidad esto era un momento, que la
Ingobernable seguramente acabaría de alguna forma, pero que habría una
continuidad, que algo quedaría para materializarse en otra cosa, como siempre.
Era triste y esperanzadora como respuesta. Sin embargo ¿cómo sobrellevar el que
nada nos parezca sólido en esta época de incertidumbre?
Estos días conocí a una chica, tras una charla que di en una
universidad. Cuando terminé, vino a hablar conmigo y me dijo: “tengo que
preguntarte algo muy íntimo, ¿puedo?”. Me habló de suicidio. “¿Me preguntas si
he intentado suicidarme?”, le dije. Yo intenté suicidarme una vez, y es porque
no morí que estoy acá, en el modo en el que estoy viviendo ahora. Porque
desarrollé una creencia en la vida. “¿Fe?”, me preguntó. Sí, fe en la vida. La
vida es mucho más experta que el yo.
A partir del momento que tuve la certeza de que la vida
persevera y por eso siempre encuentra la manera de seguir, fui desarrollando
también esta confianza, y esta paciencia cuando la vida está en peligro.
Tenemos que desplazarnos de una confianza en una cierta ideología, una cierta
manera de explicar las cosas o una confianza en el yo, —también el yo
colectivo— y pasar a una confianza en la vida.
Hablas de brújula ética de la vida (o vital) y brújula
moral, ¿qué diferencias hay y qué aportan estos matices?
El sujeto se conduce desde una brújula moral, la brújula
tiene la aguja que apunta el camino, y ese camino está formado por un cierto
repertorio cultural con el cual nos identificamos y que elegimos para guiarnos.
Por ejemplo, nosotras tenemos la brújula moral del pensamiento de izquierdas o
feminista. Moral no en el mal sentido de moralista. Es un sistema de valores, lo
necesito, me guía en ciertas esferas de la vida, en la toma de decisiones.
Pero fuera del sujeto la brújula no es moral, no se compone
de un sistema de valores, palabras, ideas, la brújula es vital en el sentido
que es la vida que te alerta de hasta qué punto está sofocada, violentada. O
hasta qué punto, al contrario, está floreciendo, pudiendo respirar.
Ese es un criterio de evaluación de las situaciones distinto
al criterio del sistema de valores en el que vivimos. Los dos son muy
importantes. Yo en África, solo fui a Senegal y hablé con mucha gente. Ellos
vivieron una experiencia socialista, pero en su cultura el fuera del sujeto
está muy presente. Me dijeron que para ellos la brújula ética es la primera, y
después la otra. Si esto hubiese sido así en la URSS, el stalinismo nunca
hubiera ocurrido, porque desde la brújula ética nunca se podría asumir eso. Bye
bye Stalin.
¿Cómo politizar la vida sofocada? ¿el malestar?
Ay qué linda idea, politizar el malestar. Podemos decir que
de un lado está politizar el malestar, del otro lado está patologizar el
malestar. Politizar el malestar lo podemos hacer para el mal, que de eso
venimos hablando, hay que politizar para el bien. Sabemos que el malestar no es
señal de algo malo en el sentido de falta de algo, sino al contrario, es una
señal de una salud vital que está reconociendo el malestar para que tengamos la
posibilidad de tomar conciencia de que hay que ponerse en lucha, porque la vida
está gritando que está siendo sofocada.
Desde el yo, desde el sujeto, uno entiende eso como falta de
algo, pero la verdad es que es un exceso de la vida que está siendo sofocada en
la forma del presente. Que puede ser la forma de tu propia subjetividad, la
forma de tu relación amorosa, no es solo una situación social amplia.
Un ejemplo: desde el punto de vista de la brújula moral el
feminismo consiste en luchar contra la desigualdad de derechos, la violencia
machista. Desde el punto de vista de una brújula ética, micropolítico, la
resistencia a esta relación de género es darse cuenta que existe un malestar, y
es porque esta forma de expresión de la feminidad es mortífera. Esa imagen de
la novia sobre la tarta, es completamente sofocante, entonces cuál va a ser mi
acción —es distinto de la lucha por la igualdad— mi acción va a ser abandonar
este personaje, esforzarme para producir otro personaje porque este ya no es
posible.
dr. Elephant
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